miércoles, 28 de septiembre de 2011

Espejo

Reflexiones...abren la mollera y vuelven a llenarte de dudas. ¿Qué puedes creer cómo correcto si no lo que más te conviene? Mucha dignidad de cara a las situaciones, pero el tema se vuelve delicado cuando nos toca el hombro.

Juzgamos con alma impersonal una situación desde fuera. Un tipo que contesta mal, una crítica dura, un gesto irrespetuoso.

Luego olvidamos que nosotros también estamos inscritos en todo el imaginario. Y te paras a pensar que muchas cosas que has criticado han pasado por tu listado de acciones. Y lo justificamos: "Es que...esto es diferente..."

Claro que es diferente. Toda situación tiene un contexto, soporta una carga de varios detalles que acaban solidificándose. Precisamente para que la carga sea más llevadera.

Luego, ¿podríamos aceptar una crítica a nuestro modo de vida? ¿Cómo dejar que nadie meta sus narices en una vida que guarda millones de vivencias que la convierte en una incógnita eterna para todos menos para el que la sufre?

Algunos dirán que se repiten esquemas, y que el ser humano siempre tiende a coger el camino más corto. No siempre es así, por supuesto.

Todos elegimos que hacer en cada momento, y según nuestras creencias y opiniones puntuales una decisión puede tornarse en la contraria en dos momentos diferentes de la misma vida. ¿De qué puedes fiarte entonces?

Es tan fácil como mirarse al espejo. Sin engaños. Repasar lo que ya sabes. Y no buscar excusas que respalden la comodidad de ciertas acciones. Es importante ser consciente (admitir) de lo que uno es.

Pero no estamos hechos para llevar una carga así. No al menos sin derrumbarnos.

A veces somos conscientes, pero no hablamos de las verdades. Otras veces nos indignamos y echamos tierra por encima del espejo. (Y nos creamos el reflejo que preferimos ver)

Y para respaldar nuestros propios retratos (espejos convertidos en cuadros), incidimos en los espejos de los demás. "Qué alivio ver que existe alguíen que vive una situación peor que la mía". Así nuestros espejos parecen hasta brillantes en comparación. Y nos alegramos, abandonamos el tema y nos conformamos de nuevo.

En vez de arreglar las fisuras que no queremos ver.

Hoy he leido un artículo que levanta ampollas. En sí mismo es incorrecto, pero trata un tema fundamental que no se debería pasar por alto.

Hasta que punto nos evadimos de la realidad a través de la cultura. A través de la literatura, del cine, de los videojuegos, de las series, de la televisión, de nuestra imaginación. Todo lo que deja en pañales el guión de lo real y nos convierte a las personas en pésimos actores. O actores poco graciosos para entretener. O poco dramáticos para emocionar. ¿Por qué demonios se da la situación de que un grupo de jóvenes universitarios esté reunido sin saber que decir? ¿No hay nada que decir? Hablemos de futbol, de chistes, de bromas típicas de la televisión...Para que hablar de nuestras inquietudes o nuestras preocupaciones cotidianas. Para que manisfestar interés verdadero en vez de echar el rato para divertirse. Para que preocuparse en los sentimientos de los demás si estos no se preocupan por los nuestros.

Tanta interacción...¿qué interacción?

Ahora deja de hablar el que reflexiona y habla el reflejo. ¿Serían las cosas diferentes en un mundo sin el entretenimiento encantador que ofrecen las múltiples formas de la cultura?

No es ese el problema...Somos seres de vicios y abusos. No podemos evitar sufrir. Queremos el placer, sentirnos bien, ser felices. Y esa es una lucha continua en contra de nuestras circunstancias y de todo lo que nos rodea. Necesitamos evasión. Pero no podemos convertir la evasión en un objetivo.

Yo reconozco dejarme llevar demasiado por la evasión en ciertas ocasiones ante una realidad que me descoloca y me confunde. Pero hay que confrontar los problemas, aceptar los debates, hay que reflexionar. E intentar cambiar todo lo que no nos gusta, recordando siempre que los fines no justifican ciertos actos.

El artículo que mencioné antes no tiene en cuenta toda la serie de elementos artísticos que se sustentan detrás de ciertos productos de entretenimiento. Por supuesto que existe mucha historia vacia que sólo busca hacer dinero fácil. Pero también existen obras impregnadas en filosofia, crítica constructiva, reflexión moral y denuncia social.

Lo que nos falta es sacar todo eso y trasladarlo al otro lado. Al otro lado del espejo, allí donde todo se percibe a simple vista...


viernes, 16 de septiembre de 2011

Cambio de rumbo

El tiempo se ha deformado en una sonrisa amarga y vacía. Estribor o babor, no importa. El barco sigue hundiéndose.

El timón balbucea incoherencias y el vigia anda borracho en alguna parte. Sólo quedo yo y una gaviota que vino a este verdoso mar a morir. Tostado por el sol, me veo en una aventura sin futuro, con sabor a sal y ácido, la mirada perdida en el ámbarino cielo.

Que rumbo tomar...no es siquiera una especie de pregunta.
Las lágrimas quedaron cristalizadas en un pasado sin camino.
Un pasado con rumbo incierto. Un barco feo y cochambroso que cruje al mínimo movimiento de la marea.
Los últimos aleteos de la gaviota y el silencio de la alta mar.


Ahora retumban los tambores lejanos que mueven el viento, impulsándolo con rabia para cambiar el rumbo. Las velas grises y rotas se agitan sin fuerza, movidas fácilmente por pura inercia. Y el rumbo cambia.

Cierro los ojos y ni siquiera escucho como la gaviota cae en picado para hundirse en el vidrioso líquido.

Y cuando los abro, veo tierra a la vista. Un puerto desconocido, en el que nadie nos espera.

Silencio infinito. Ojalá se choque esta reliquia y se haga añicos. El lugar da igual, mientras no se vaya el ácido de mis labios. Queda mucha redención por delante, mucha patraña que sacar de la cabeza. Aunque muchas cosas no cambien, quizá cambie el barco. Y los tripulantes. Me vendría muy bien buscar un vigia que no escondiera botellas bajo la almohada. Y un timonel que no fuera un muñeco de paja. Alguien que mantenga el barco limpio, algún tipo con guitarra para que alegre el ambiente.

Y un capitán también. Que dirija al barco y lo saque de la amarga sonrisa congelada en el tiempo.

En fin...por ahora, este puerto no parece mala cosa. Se echará de menos el hogar que dejé. Pero esto tenía que ocurrir.

Porque nada de lo que digan va a ser cierto. Y no hay caminos preestablecidos que te impidan cambiar el rumbo. Todos andamos perdidos en nuestros barcos, pero algunos siguen adelante.

Dejadme atrás, no tengo prisa. Sigue sin gustarme mi barco, asi que voy a probar otro.

Sin prisas...sin mar...

sábado, 3 de septiembre de 2011