Es una frase que me encanta repetir, aunque la leyera de un camión en forma de publicidad. Y aquí estoy, sentado en el sofá del salón de la casa de Huelva, con el perro dormido a mis pies y la compañía de mi padre y de mi abuela, riéndose ambos por anécdotas pasadas. Tengo la música puesta a medio volumen para enterarme de lo que dicen, ahora que he terminado otro de los trabajitos de la facultad. Preferiría dedicarme a las fichas que me propuso Nacho, si no fuera porque aquí no llega el wi-fi.
Otra canción empieza a sonar, una de esas que me pasó Juan en su día y que siempre se agradecen. Resumo un par de recuerdos y la vista se mueve al frente. El 2010 a punto de terminar y puedo decir que estoy satisfecho, por una vez. Y de nuevo planes futuros se dibujan, repetir tantas cosas con aquellos con los que me siento a gusto. Y sí, creo que puedo decir que no soy el mismo de hace un año, que el cambio ha sido notable, y espero que para el 28 del año que viene pueda decir lo mismo.
He perdido en parte ese miedo a ir diciendo cosas que pienso. Ojalá pudiera decir lo mismo de esos sentimientos oscuros que se avivan desde dentro y a veces desde afuera, llamas sombrías que dicen que las cosas a veces no merecen la pena. Pero que les den. La vida ya es bastante complicada. Mejor disfrutar de los pequeños detalles que creas tú mismo día a día, y que ningún fin de año tenga que parcelar tus ilusiones.
Seamos realistas, nunca fui optimista, eso ya muchos lo saben. La maldad y la crueldad acechan por doquier, no puedes fiarte de casi nadie, ni siquiera de los que significan algo para ti. No puedes evitar de todos modos dejarte llevar algunas veces y confiar. Por eso es tan importante equilibrar las cosas, reconocer los errores y aceptar el hecho de que volverás a equivocarte.
Puede que utilice mis propias palabras como terapia de impacto. ¿Qué iba a ser si no? Algunos escriben poemas o canciones, yo suelto frases que surgen en mis archivos cerebrales y que de alguna forma me gustaría conservar. Otra cosa no, pero conservar recuerdos me gusta un huevo. Y al igual que con todo, dentro de diez años volveré a mirar estas líneas y reiré, seguro que reiré.
Ahora me apetece pensar en este momento exacto, en patinar sobre hielo, en salir acompañado a correr a partir de Mayo, en disfrutar las noches sevillanas, seguir con el Cajón de-sastre y Nosologeeks, en seguir escribiendo, incluso en volver al ambiente bibliotecario. Y que todas las experiencias que vaya acumulando puedan servirme algún día para crear una buena historia.
De ti me despido, 2010. No te lo tomes a mal, pero creo que el siguiente será un año mejor de lo que tú pretendiste nunca. Puede que me equivoque, pero yo de todos modos intentaré fabricar un 2011 lleno de locuras, siempre con esa parte racional que necesito y con una sola ilusión, la de seguir mejorando. Una idea que aunque parezca a veces algo hipócrita, llevo fuertemente pegada. Es difícil, pero no por ello voy a renegar, ¡pardiez!