Pasa el tiempo y se difuminan las prioridades.
Te miras y te esfuerzas para hacer un pequeño ejercicio de autocrítica, aún cuando ya sabes que ya lo has criticado todo, y hasta de forma más dura de lo que puedan hacerlo otros. Aún así siempre sientes una horrible quemazón cuando otros reconocen esos fallos que tú te achacas y lamentas.
Hoy el ejercicio es diferente. Porque si hay algo que me fastidie realmente, me cuesta mucho disimularlo. Y hablo basicamente de personas. Pero lo gracioso es cuando alguien me dice: "Oye, tal me ha preguntado si te cae mal." Sobre todo cuando no es cierto o siquiera pensaba que diera esa impresión.
Por supuesto esta actitud está muy generalizada. Y a veces he hecho la práctica para comprobarla. Pruebo a ser muy gracioso o símpatico con una persona un día y al siguiente apenas hablo con esa persona. Automaticamente da igual que ayer fuera la persona más agradable, esa persona hace como si no le importara o tampoco me dirige la palabra. Hay muchos con los que no he vuelto a hablar por esta acción. Es curioso, porque tan sólo me lo tomaba como un experimento. También, al probarlo varias veces, parece demostrar que muchas personas sólo se abren cuando tú lo haces, y si no, estos no van a acercarse por su propia iniciativa.
Obviamente esto pasa en determinados casos, aunque haya dicho lo de "generalizada". Que me digan raro, me rio muchas veces cuando realizo esta práctica. Tengo más ejercicios, puede que suene retorcido, pero es una buena forma de prever conductas y aprender como actúa la gente, y viene bien para madurar perfiles de personajes.
He llegado hasta el punto de usar esta técnica para evitar contacto cuando no quiero. Y lo haces sin decir palabra o resultar molesto. En cambio, te enteras por otros que piensan que has sido desagradable. Curioso.
En muchas ocasiones me encuentro en un círculo de cuatro o cinco personas, hablando en algún sitio y me imagino la misma escena en una sitcom de TV. En pocos segundos descarto completamente que fuera mínimamente posible. Luego uno se ralla y llega a preguntarse: ¿Es que el problema es mío por no ser más social, por no interesarme por los demás? O todo lo contrario: ¿Por qué iba a interesarme yo si ellos no lo hacen?
Luego tenemos esos colegas que se quejan de que eres un soso por no irte a discotecas a hacer el tonto con ellos. (Joder, parezco en mitad de un monólogo de cómico actual) Si al menos supieras que estos van a ligar seguro o que te lo vas a pasar del carajo por sus ocurrencias, vale, hasta se te puede pegar algo. ¿Pero que te llamen soso cuando ellos hacen lo mismo que tú?
Al final te acuestas y dices: ¿Y tú quíen eres? ¿Eres un gracioso casual y un resentido general? ¿Qué te define a tí? ¿Acaso lo sabes? ¿Te sorprendería que tus amigos te dijeran de repente lo que les fastidia de tí?
Pocas personas se atreven a decirte cosas que ven de tí o que no ven y les gustaría. Y muchas veces solo hace falta decirlo. Ya puedo estar tremendamente cabreado, me dices que me echas de menos, y se acabó el problema. Está más que demostrado. Pero no puedes limitarte a ceder ni a exigir que otros lo hagan.
Y a menos que el alma me lo pida, no pido explicaciones. Tampoco le pido a nadie que me diga que piensa de mí. Que salga de ellos decírmelo.
El problema es cuando sólo sacas cosas de la gente tirando del hilo. Es así, es lo normal. ¿Quíen te cae mejor: ese que te presentan, sonríe y punto, o el que además hace alguna broma o inicia inmediatamente una conversación?
Está todo inventado, es cuestión de montar el espectáculo habitual. ¿Y tú quíen eres? Te preguntas. Muchas veces soy algo improvisado, pero no fuerzo una buena cara si estoy cansado. Tampoco estoy con la cara larga todo el día, aunque si a veces.
Si que me esfuerzo por ese granito de personalidad, huir de convencionalismos o de comportamientos correctos. ¿Por qué? Es tan sencillo como observar a cierto amigo con la lengua muy suelta, "no das juego sin meter la zarpa dónde no te llaman." Aunque lo suyo es más exagerado, la verdad.
¿Y tú quíen eres? La suma de muchas frases, de muchos gestos, de muchas ideas de otras personas. Coges un poco de algo bueno de muchos y sigues extendiendo los hábitos. Puede que luego, en las sombras, seas muchas más cosas. Va a dar igual si se quedan ahí. Y hay muchas cosas que es mejor que no salgan, aunque formen parte de tí.
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