martes, 20 de diciembre de 2011

martes, 13 de diciembre de 2011

Lo que hacemos con nuestras vidas

Un día me dije que me gustaba eso de escribir. No encuentro realmente la razón que me impulsó a elaborar historias en mi cabeza, a pensar en personajes, a ponerles cara y a crear situaciones entre ellos.

Sí, era un niño flipadillo de pelo cobrizo que se divertía creando castillos con cajas de plástico y jugando a que los playmobil del medievo se enfrentaban a figuras caricaturescas de los jugadores del sevilla de la época, convertidos en seguratas de un cuartel inspirado en alguna película o videojuego. Fantasía hasta el límite. Y mi madre se echaba las manos a la cabeza cuando entraba en el salón y veía como lo había convertido en un campo de batalla con varios castillos y fortalezas sobre las mesas, el sofá o hasta el televisor.

Más tarde cambié los muñecos por la mente, sin limitación alguna, dejando fluir las ideas. Todo estaba permitido.

Sigue gustándome eso de escribir. Ese significado intrínseco arrancado del alma. Los sentimientos cristalizados de una persona que vive en un contexto determinado. Los pensamientos existenciales e irracionales de los que aparecen un día en el mundo, confusos y obligados a aceptar la realidad que nos imponen a través de los sentidos...

Pero ahora me gustaría pararme a reflexionar y a pensar en lo que hacemos con nuestras vidas. Los caminos que tomamos, lo que aprendemos y la gente con la que lo hacemos.

Me preocupa mucho el futuro y quiero que deje de preocuparme lo que piensen los demás. Abandonar a ese crio escurridizo, al adolescente pasota, evolucionar al adulto responsable. Ese que ya ha comprendido que no se puede ir por la vida clavando puñales y vistiendo falsas sonrisas, asegurando dogmas o prometíendose cosas para envalentonarse si luego no cumple con su propio criterio.

Lo que importa es el equilibrio, ese concepto sublime en el que se alcanza una verdadera justicia, sin negros enjuiciamientos cargados de rencor y resentimiento personal ni frías y vacias sentencias de rigurosa potestad, imposición dictatorial y falta de flexibilidad.

Y uno se pone a hacer recuento general, de lo que pasa alrededor, entre la gente cercana, entre amigos y compañeros, entre parejas y personas confrontadas, para luego sacar una síntesis de polvo y humareda. Lo que yo pueda escribir acabo tomándomelo como una especie de poesia experimental, una época, un pronto, una etapa. No tiene mayor importancia, salvo ese peculiar valor sentimental, como el que se otorga a una reliquia que un día encuentra apartada en el desván, todo te viene de golpe, y te ries y te deprimes y recuerdas.

Al final lo unico que queda es el recuerdo, el buen recuerdo. Las cosas empiezan y acaban, es la dualidad de todo ente, de toda premisa, de todo símbolo, de todo sistema. Es el mismo límite de ese único concepto que se puede tomar como verdadero, la existencia.

Se dirá mucho o no se dirá nada. Se encasillarán las actitudes o se impondrán los sentimientos. Se acudirá a la libertad o al orden. Palabras, tan intensas y tan etéreas. Marcan y desmarcan. Pueden perseguirte toda la vida. Pero no pueden ayudarte a ser perfecto. Una pena.


Quizá va siendo hora de acabar con ciertas etapas, de renovarse y avanzar. Todo tiene su momento, su razón de ser, su necesidad. Y es posible que este blog ya haya dejado de funcionar de esa forma. Va siendo hora del cierre, del season finale, de la última escena. Y que el peso que lastro con él se libere para dejar paso a nuevos mundos. Y algún día, mi yo del futuro se reencontrará con este yo actual, me pegará dos tortazos y se echará a reir. Y se alegrará de que decidiera escribir todo lo que hay aquí. Porque para él va dedicado todo esto, para él y para todos los que me crean importantes en sus vidas, hoy y mañana.

Plus ultra...

martes, 6 de diciembre de 2011

Suavidad

Leve. Se siente una brisa leve. Inunda plácidamente cada poro, ¿para qué resistirse? Es de sabios rectificar, y en este caso problemas se retuercen y disgregan en una carcajada fácil. Se respira, y se concentra, y se relaja...

Leve. Se siente un susurro leve. Y suavemente te dejas arrastrar. No existen fronteras, ni gritos, ni asuntos que agiten el alma. No si desatas las cuerdas y acabas con los límites.

Leve. Se siente una caricia leve. No hay nada que preguntarse, porque las dudas son de sencilla resolución. Tenemos las respuestas en nuestras narices, los actos mismos sellan realidades. Esta es mi realidad.

Leve. Se siente una sonrisa leve. Suficiente para que todo lo demás desaparezca. Ya empiezo a comprender que nada más me podría importar.

Con la misma suavidad cierro la boca y el tiempo fluye..............siguiendo...........en silencio...........
Suavemente. Hasta el final. El del silencio, y es lo único que importa. Que alguien te saque del silencio. ¿Quíen? Quien quiera. Porque tú solo luchas por no silenciar a otros.

Leve. El mundo debería funcionar de forma más leve. Un baile lento que te permita disfrutar dulcemente cada segundo, que se dilate entre la calidez y la paz. Las personas deberían disfrutar más del espacio y menos del tiempo. Y no hay excusas que valgan. Mi silencio no desaparece por excusas, ni exigencias, ni prepotencias, ni órdenes, ni amenazas, ni persuasiones, ni sobornos, ni falsos caramelos.

Leve. Se siente una mirada leve. Suficiente para todo, necesario para sentirse vivo. Que le den a las coreografías y a las defensas, a los cánones y a la ambición inconmensurable. Se puede vivir con una mirada que te derrita todas las mañanas. Diablos que sí, en eso reside la gloria.

viernes, 2 de diciembre de 2011

Mañana será otro día

Es psoible que las palabras duras escritas en blanco sobre fondo negro produzcan una inevitable sensación de "negatividad". Pero nada más lejos de la realidad. Es posible que influya el propio estado de ánimo del "lector" para imbuir cierto dramatismo a lo que se lee. Pero ahí va la sentencia: no todo lo que se escribe con afán de mostrar una verdad pensada o creida por un sujeto, por muy negativo o pesimista que suene, busca precisamente ahogar penas o destemplar gritos de angustia.

Porque no creo que exista ningún primer paso mejor para llegar a la felicidad que admitir que te vas a morir tarde o temprano. Tampoco puedes pretender cambiar el mundo a tu imagen y semejanza, pretender que todos piensen lo mismo que tú o pretender ser el puto amo del universo, sentencia que he oido alguna que otra vez, no es que intente ser metafórico.

Te digo también que no todo el sarcasmo busca ser cínico o sonar con voz grave o enfadada. He aquí mi propuesta optimista, no la denuncia ante algo que quiero cambiar sino ante algo que es y parece que nadie está dispuesto a tratar. Y es importante indagar en ese Preconsciente de las cosas que sabemos que existen pero de las que no queremos saber nada.

Evitar un problema no ayuda. Ser optimista o positivo no es huir de los problemas. No es prohibir la discusión o la reflexión sobre lo que nos perturba, sobre las palabras que se ahogan en nuestra mente, cada una de ellas clavándose en el cerebro.

No podemos, en definitiva, dejar que nuestras existencias vaguen arrastradas por una corriente de comodidad y autocompasión. No podemos dejar que nadie decida por nosotros que hacemos o queremos, no podemos limitar nuestra razón de ser a un cúmulo de situaciones que aprisionen nuestro talento y nuestros objetivos.

Ser optimista es ser consciente de ese gran muro que tienes delante de la jeta y empezar a construir una escalera para superarlo. Tardarás, claro que tardarás...Y sacrificarás otras tantas cosas. Lo que hay que tener claro es si estas dispuesto a pagar el precio de alcanzar ese objetivo cumbre de tu vida. Y más importante aún, si estas dispuesto a hacer lo que debes hacer para ser feliz.

Y no dejar que nadie te diga lo que puedes o no hacer, ni dejar que te manipulen, que nada te convierta en dependiente, que nada te impida ser como quieres.

Cuando estamos solos solemos hacer recuento de nuestro día a día, analizamos lo que hemos hecho y nos damos cuenta de todas las decisiones que tomamos de forma inconsciente o incluso automática. Si eres optimista, seguirás esforzándote en tomar las riendas de tus acciones y lograr que el día se convierta en lo que quieras hacer de él, mirar atrás y no decir que has estado perdiendo el tiempo.

Posiblemente mañana será otro día, diria el optimista de la conformidad. Pero a menos que aprendas a disfrutar del hoy, aunque no veas absolutamente nada a causa de una lluvia torrencial y la niebla más espesa, no habrá mañana que te salve. Y lo digo desde el positivismo más absoluto del que está dispuesto a alcanzar sus objetivos, aunque los consiga al cumplir los 110 años...