lunes, 24 de febrero de 2014

Entropía

Por fin lo entiendo todo. La gran verdad, tanto tiempo delante de mis narices...

Esa clave que creía que se me escapaba, que no lograba alcanzar. La que debe llevarnos a la luz. Al fin lo he captado, después de tantos rodeos, después de tanta confusión, de tanto sufrimiento. Y en el fondo siempre estuvo dentro de mí. 

Esperando. 

Siempre formó parte de mí. Pero el dolor me llevaba hacía la oscuridad. El egoismo: pensar en mí mismo, sólo en mí mismo. 

Y justificarlo. Me justificaba..."Todos piensan en sí mismos, todos se protegen, todos pretenden huir del dolor." Como he podido estar tan jodidamente ciego. 

Me lo has dicho tantas veces...Ahora lo veo.


¿Por qué nos emocionamos con las historias? ¿Por qué aspiramos a ser los héroes? ¿Por qué los admiramos? ¿Por qué queremos ser como ellos? Porque en el fondo de nuestras almas sabemos...SABEMOS que queremos ser felices. 

¿Y sabes qué? Ya sé que significa ser feliz. Estaba ahí. Tan fácil. 


Ser feliz no es tener lo que quieres. Ser feliz es no necesitar nada. Ser feliz es no exigir nada. Ser feliz es querer a cambio de nada, aunque no te quieran. Ser feliz es perdonar, entender, sentir empatía por los demás, preocuparte por ellos. 

Ser feliz es no necesitar a nadie. Porque estás sólo con aquellos que te importan, no con los primeros que encuentras para evitar estar solo. Y por lo tanto, eres tú mismo con ellos, y no necesitas agradar a los demás ni sentir miedo...Eres tú mismo, siempre.

Ser feliz es no obsesionarte. Entender que todos somos libres de hacer lo que queremos. Entender que nadie te debe una explicación, que es un regalo compartir cada momento que quieran ofrecerte. Entender que compartimos nuestras vidas, no las poseemos. Nadie nos pertenece, ni nos pertenece sólo a nosotros. Agradece los buenos momentos, disfrútalos y déjate llevar por ellos. 

Ser feliz es ser curioso, es albergar una infinita pasión por seguir descubriendo. Es esa chispa de emoción que sientes al conocer a otras personas, al compartir recuerdos con ellos y otorgarles un sentido. Es el querer hacer cosas nuevas, y hacerlas, seguir creciendo y adquiriendo experiencia, aprendiendo de los errores. 

Ser feliz es ser humilde. Es reconocer que no eres nadie, que vas a morir, que tienes suerte de estar vivo. Pero también es tener ambición, la sana ambición de luchar por ser quíen quieras ser y vivir haciendo lo que te gusta. 

Ser feliz es no engañarte a tí mismo. Y no engañar a los demás. Porque engañamos ante la cobardía de nos ser capaces de reconocernos a nosotros mismos. 


Ser feliz es darle un significado a tu vida. Un significado que sólo tú puedes darle. El que quieras darle, el que te de la gana. Y no dejes que nadie te diga como debes vivir tu vida. Ilusiónate, piérdete, ríete...Ahora ya te entiendo un poco mejor, querida...

Y si alguíen es importante para tí, no seas estúpido. Demuéstralo. ¡Demuéstralo!

No actues con falsa amabilidad. 
Actúa con la predisposición de ayudar. Sin recibir ninguna recompensa. Los héroes no las necesitan. 


Ser feliz es sacrificarte. Es fácil de saber pero no es fácil de lograr. 

Creíamos que la felicidad estaba en la alegría, en la euforía. Pero no. Esos sentimientos son pasajeros, vienen y van. Y puedes pasarlo bien y no ser feliz. La felicidad es una actitud, es una religión, es un modo de vida. Es esfuerzo, es dedicación, es fidelidad. Fidelidad a tí mismo. Es no rendirse. Seguir luchando aunque todo parezca perdido. Reconocer la derrota puntual, retirarse a tiempo. Porque perder una batalla no es perder la guerra. 

Ser feliz es reconocer que eres débil. Que vas a equivocarte, y que debes hacerlo. Es parte del camino. Pero asegúrate de no arrepentirte de nada. No dejar asuntos pendientes.

Ser feliz es aceptarte, Alejandro. Eres un Ruiz, y eres un Bobillo. Eres tú, y lo serás hasta el final de tus días. Deja de atormentarte por no ser como otros. Por no ser otros. 


Ser feliz es ser tú. Y te lo digo yo. Y te lo dicen todos. ¿Te acuerdas de ellos? Están ahí. 
Ser feliz es aceptar que vas a sufrir, y no dejar que eso te hunda. 
Es mantener el equilibrio entre el zen y la entropía. Porque nada es blanco o negro. Porque existen infinitas posibilidades y nunca va a ocurrir lo mismo dos veces. 

Porque la vida, la vida es la hostia.

sábado, 15 de febrero de 2014

Vuelta de hoja

Mi mundo se desarma. Lo que creía ya parece obsoleto. La realidad sólo contiene confusión, y el aire está cargado de ondas zigzagueantes, cargadas de miles de fragancias que embriagan. Que me desestabilizan, que me arrollan. 

A día de hoy los bloques están dispersos. Mis verdades se han hundido en un gélido lago de agua cristalina. Vivo en el caos, intentando recuperar ese mínimo orden que atesoraba, al que me aferraba sin saberlo siquiera. Pero no puedo, resbala. Y caigo, y me hundo, y sonrío entre las sombras...

Sólo veo ruinas. Por todas partes, vaya donde vaya. No hay principios, no hay morales, no hay leyes, no hay teoría, no hay progresión, no hay tempo, no hay música. 

Ruido. Y miedo de abrir los ojos, de conocer esta nueva realidad que ya me ha engullido. Y miedo de mirarme en el espejo sin reconocerme. Miedo de no saber ya que soy, ni recordar que fuí.

¿Dónde quedó la lógica? ¿Dónde quedaron mis convicciones? ¿Qué ha sido de mí?


El mundo ha sufrido un giro. Ahora tengo que empezar de cero.

lunes, 9 de septiembre de 2013

Tarot

Las ganas de escribir aqui siempre me llevan a los sentimientos del presente. Es complicado que me lleven al pasado, o que se centren en cosas que fueron pero que ya no son. 

Y eso es porque lo que valoro es lo que siento, hoy. Puede que sea un cabezota, que como tantos otros no rehúya del sufrimiento y crea que me lo merezco. Porque es parte del crecimiento, porque es parte del mismo proceso de valorar y amar. Y si sufres es por miedo a perder, o por miedo a no conseguir aquello que te da la luz y podría llenar tus días de un profundo significado. 

El sufrimiento es tiempo. Pero siempre va acompañado de otros muchos contrastes. Somos todo aquello que valoramos: objetos, mascotas, familiares, amigos, personas que son mas que amigos aunque no haya palabra que os defina...Y es complicado, a veces, llegar a creer que soy algo separado de todo eso, no creer que soy el resultado de la suma de todo lo que me importa. Y hablo de cosas que no desaparecen de un día para otro. Hablo de ese tic innato que en la cabeza te dice: esto puede ser para siempre. 

Y hoy, siento que hay cosas que quiero que sean para siempre. Esas cosas que consiguen que el sufrimiento quede atrás, que lo compensan, y llegan a decirme cada vez que me levanto de la cama: No estoy solo, y tengo suerte.

Aunque a veces quiera vivir en una dimensión paralela en la que cambien unicamente un par de cosas trascendentes. Aunque exista dentro de mi dormida una parcela eterna que no se rinde por mucho que los demás digan que lo haga. 

Dentro de un año levantaré las cartas. Ya veremos que dicen.

viernes, 19 de julio de 2013

Y el tiempo pasa...

Uno no se para a pensar en la complejidad del mundo a menos que se siente a reflexionar y caiga en la cuenta de que, en otro lugar al mismo tiempo, otra persona puede estar haciendo lo mismo: con sus problemas, sus alegrías y penas específicas.

Luego añades a la ecuación el hecho de que conoces a esa persona. En algún momento lees algo que escribe, ya sea por el muro de facebook, twitter, o donde sea, y si no estas acostumbrado a entrar en ese "universo especial" (o la persona no suele escribir cada dos por tres), puedes llegar a pararte un momento, leer lo que quiere expresar, y hasta sonreir, recordar momentos, alegrarte por las cosas buenas que cuenta. Y olvidar por unos instantes cualquier chorrada que te haga sentir mal. 

No hace falta responder a su escrito. El concepto sagrado toma fuerza dentro de mí. Un concepto que expresado en palabras suena vano, pobre, vacío incluso: "espero que todo te vaya bien en la vida". Toma fuerza cuando lo lanzas, en forma de promesa, de deseo, y esperas que se cumpla, con el mero interés empático de esperar que alguíen logre alcanzar la felicidad. 

Considero que es uno de los deseos más sanos a la que tu alma puede aspirar. Y a veces lo recuerdo, y lo practico. Y en esos momentos odio a esa persona que se pasa el día y las horas criticando, pensando en sí mismo, incapaz de alegrarse por otros. 

En esos momentos odio a la persona que suelo ser. 

Y el tiempo pasa...Las personas que conociste se alejan irremediablemente, viven sus vidas. Y un día te acuerdas de ellos, aunque sean unos minutos. También te recordarán a ti alguna vez, o quizás no. Depende de lo que cada uno haya significado, por supuesto. 

El tiempo pasa, y me imagino...lo que he sido yo para otros. Y entiendo que para mucha gente sólo he sido alguien poco interesado en ellos, en escuchar lo que tienen que decir o mostrar cierta empatía. 

Y al igual que apenas dedico tiempo a aquellos que no se interesaron por mí, dudo que estos piensen en mí. Es lógico.


Lo importante es dejar esa huella, esa identidad que irradias con tu forma de ser, y que consigue que otros, aunque te conozcan de hace unos minutos, digan en silencio y cuando están a solas, y de corazón: "Espero que todo te vaya bien en la vida". 


Sólo con este tipo de detalles, tu existencia cobra sentido. 



Y el tiempo pasa...Viajas lejos, cambias de aires. Y por suerte sabes que cuentas con muchas personas que te desean lo mejor. 


Llevaba bastante tiempo sin sentir la fluidez de ponerme en esa situación. Hoy le he deseado lo mejor a otra persona. El mundo sigue y comprendo cuantas cosas influyen en una acción interior. 




Lo puede cambiar todo.

viernes, 21 de junio de 2013

Mitos

Intento...me esfuerzo, me esfuerzo en sintonizar con cierto ideal cultural sobre los rasgos más característicos de una persona adulta. Madura. 

Pero luego rechina el mundo y el aire a tus espaldas. Recuerdas que estas características son ilusiones cuando hablas del ser humano. 

Sentimientos que alcanzan infinitos cielos de colores que nunca hemos percibido. Las cosas son como son; unos se sobreponen, otros se hunden en un abismo cobarde de depresión y engaño. 

Al final, ¿cual es el mito? La razón acaba existiendo como mucho en las palabras. La bendita ciencia, definida por la capacidad de probar que algo es cierto, es un camino harto complicado para los que prefieren cualquier resumen sobre las verdades del Mundo, asumir lo básico, y gastar el resto en estímulos emocionales. 

El placer de un rato, la imagen y las apariencias, el ego y los vicios ocupan ese gran porcentaje (que no pienso representar a falta de un estudio verdaderamente científico) de tiempo dentro de las percepciones de una raza cuyos objetivos a corto plazo -o individuales a todos los plazos- son prioridad. 

No se nos puede echar en cara, en el fondo. ¿Como luchar por la perfección y el progreso de una raza conflictiva y emocional, que vive el momento? Demasiada fe ciega hay que llevar encima, o mucha droga en las venas. 

El mito alumbra unas pocas verdades sencillas. Cada uno que crea lo que quiera, este maravilloso reino de tinieblas nunca ofrecerá una guía sobre que camino tomar. Menos mal, por supuesto, ya nada tendría gracia. Sobre todo para aquellos que prefieren llorar para sentirse vivos.

jueves, 13 de diciembre de 2012

¿Y tú quíen eres?

Pasa el tiempo y se difuminan las prioridades. 

Te miras y te esfuerzas para hacer un pequeño ejercicio de autocrítica, aún cuando ya sabes que ya lo has criticado todo, y hasta de forma más dura de lo que puedan hacerlo otros. Aún así siempre sientes una horrible quemazón cuando otros reconocen esos fallos que tú te achacas y lamentas. 

Hoy el ejercicio es diferente. Porque si hay algo que me fastidie realmente, me cuesta mucho disimularlo. Y hablo basicamente de personas. Pero lo gracioso es cuando alguien me dice: "Oye, tal me ha preguntado si te cae mal." Sobre todo cuando no es cierto o siquiera pensaba que diera esa impresión. 

Por supuesto esta actitud está muy generalizada. Y a veces he hecho la práctica para comprobarla. Pruebo a ser muy gracioso o símpatico con una persona un día y al siguiente apenas hablo con esa persona. Automaticamente da igual que ayer fuera la persona más agradable, esa persona hace como si no le importara o tampoco me dirige la palabra. Hay muchos con los que no he vuelto a hablar por esta acción. Es curioso, porque tan sólo me lo tomaba como un experimento. También, al probarlo varias veces, parece demostrar que muchas personas sólo se abren cuando tú lo haces, y si no, estos no van a acercarse por su propia iniciativa. 

Obviamente esto pasa en determinados casos, aunque haya dicho lo de "generalizada". Que me digan raro, me rio muchas veces cuando realizo esta práctica. Tengo más ejercicios, puede que suene retorcido, pero es una buena forma de prever conductas y aprender como actúa la gente, y viene bien para madurar perfiles de personajes. 

He llegado hasta el punto de usar esta técnica para evitar contacto cuando no quiero. Y lo haces sin decir palabra o resultar molesto. En cambio, te enteras por otros que piensan que has sido desagradable. Curioso. 


En muchas ocasiones me encuentro en un círculo de cuatro o cinco personas, hablando en algún sitio y me imagino la misma escena en una sitcom de TV. En pocos segundos descarto completamente que fuera mínimamente posible. Luego uno se ralla y llega a preguntarse: ¿Es que el problema es mío por no ser más social, por no interesarme por los demás? O todo lo contrario: ¿Por qué iba a interesarme yo si ellos no lo hacen? 

Luego tenemos esos colegas que se quejan de que eres un soso por no irte a discotecas a hacer el tonto con ellos. (Joder, parezco en mitad de un monólogo de cómico actual) Si al menos supieras que estos van a ligar seguro o que te lo vas a pasar del carajo por sus ocurrencias, vale, hasta se te puede pegar algo. ¿Pero que te llamen soso cuando ellos hacen lo mismo que tú?

Al final te acuestas y dices: ¿Y tú quíen eres? ¿Eres un gracioso casual y un resentido general? ¿Qué te define a tí? ¿Acaso lo sabes? ¿Te sorprendería que tus amigos te dijeran de repente lo que les fastidia de tí? 

Pocas personas se atreven a decirte cosas que ven de tí o que no ven y les gustaría. Y muchas veces solo hace falta decirlo. Ya puedo estar tremendamente cabreado, me dices que me echas de menos, y se acabó el problema. Está más que demostrado. Pero no puedes limitarte a ceder ni a exigir que otros lo hagan. 


Y a menos que el alma me lo pida, no pido explicaciones. Tampoco le pido a nadie que me diga que piensa de mí. Que salga de ellos decírmelo. 

El problema es cuando sólo sacas cosas de la gente tirando del hilo. Es así, es lo normal. ¿Quíen te cae mejor: ese que te presentan, sonríe y punto, o el que además hace alguna broma o inicia inmediatamente una conversación? 

Está todo inventado, es cuestión de montar el espectáculo habitual. ¿Y tú quíen eres? Te preguntas. Muchas veces soy algo improvisado, pero no fuerzo una buena cara si estoy cansado. Tampoco estoy con la cara larga todo el día, aunque si a veces.

Si que me esfuerzo por ese granito de personalidad, huir de convencionalismos o de comportamientos correctos. ¿Por qué? Es tan sencillo como observar a cierto amigo con la lengua muy suelta, "no das juego sin meter la zarpa dónde no te llaman." Aunque lo suyo es más exagerado, la verdad. 

¿Y tú quíen eres? La suma de muchas frases, de muchos gestos, de muchas ideas de otras personas. Coges un poco de algo bueno de muchos y sigues extendiendo los hábitos. Puede que luego, en las sombras, seas muchas más cosas. Va a dar igual si se quedan ahí. Y hay muchas cosas que es mejor que no salgan, aunque formen parte de tí.



viernes, 29 de junio de 2012

La falsa buena acción del día

"De nada sirve el sentimentalismo cuando su objetivo es convertirse en excusa,
en excepción a la regla.

No sirve de nada una disculpa, un arrebato, un saludo esporádico.

De nada sirven los atajos virtuales o los agradecimientos innecesarios.

Porque es el acto de cada día el que nos determina: Quienes somos, qué nos importa.

Lo demás es engañar; a nosotros mismos y al resto.


Pero en cambio lo repetimos sin cesar, buscar una palabra golosa, un chiste puntual, una gracia personal...
Todo para llenar ese vacío de soledad psico-emocional.

Y hablo de psico-emocional para describir una ilusión, que nos imponemos nosotros mismos sobre lo que se supone que debe ser importante.

Y creemos que una sola palabra nos hace maduros, hace borrón y cuenta nueva, nos ofrece redención.

Una palabra que soltamos en forma de tinta negra o azul, que se imprime con facilidad pasmosa/espantosa al pulsar varias teclas del ordenador...A la que se le puede atribuir un estado emocional, o no.

Concreciones efímeras, puntuales, facilmente evanescentes. Y es nuestra rutina y costumbre.


No sería tan grave si luego no le otorgáramos tanta prioridad o un sentido mayor del que realmente merece.

Llantos, enfados, rabietas, o incluso la violencia aflora cuando se pronuncian ciertas palabras, cuando se retuercen hasta convertirlas en insinuaciones, ironías, dobles sentidos, promesas, o incluso llegar a atribuirles esfuerzo.

Mentirse a la cara, una perversión generalizada. Y hasta llegamos a creernos nuestras propias mentiras. Un rato.


Pero nunca nos definirán nuestras palabras. Puede que sí ante los espejos rotos de la esfera pública, pero no ante la silenciosa e implacable verdad. Es el acto, el gesto, el detalle, la costumbre, el momento en el que nos encontramos solos con nosotros mismos -todo eso nos define.

Y no los amigos, los insultos, las alabanzas o las medallas. Una persona se caracteriza por su determinación ante la vida, lo que le sale del alma, lo que se calla o retiene. Más que por lo que se cuenta o se pretende contar.

Y recoger una lata del suelo y tirarla a la papelera más cercana, hacerlo sólo una vez, no nos convierte en buenos ciudadanos. El problema es que en cambio nos lo creemos, y hasta aquí queda la cosa.


De nada sirve lo que haces de vez en cuando a la hora de echarte flores. O echar algo en cara a alguien. O para justificar el no volver a hacerlo. No hagas algo como fin, como resguardo, como excusa, como obligación, como acto de cortesía, como acto por compasión o por presión social. Haz algo porque quieres hacerlo, porque no esperas nada a cambio salvo demostrar lo que eres y lo que quieres ser.

De nada sirve la manipulación simbólica, y en cambio nos creemos el concepto "libertad", "igualdad" o "unidad" cuando son términos creados por el hombre para darles a las masas lo que quieren oir: para atenuar sus miedos, para ofrecerles vías alternativas por las que vivir basadas en el autoengaño y en la evasión.

Frágiles como somos, imperfectos como somos, no podemos ser buenas personas al completo.

                                      

                   No es tan grave reconocer que hemos actuado mal como negar la evidencia..."