Soy el resultado de sueños que jamás desaparecieron y desilusiones que resquebrajan el alma
viernes, 30 de julio de 2010
domingo, 25 de julio de 2010
Cluedo (5º parte)
5. El misterio
Ruibobille agitaba enérgicamente la cucharilla jugueteando con el café. Los rayos del sol de la tarde se filtraban a través de las cortinas del salón. Su hermano terminaba de pasar unos apuntes de la universidad, silbando alegremente. Alexander se levantó con la taza en la mano y pulsó el timbre para llamar a Rufus.
- ¿Desea algo señor? - preguntó cordialmente Rufus con la mejor de sus sonrisas.
- Dile a Rosaline que venga, por favor. - dijo Alexander tras darle un ligero sorbo al café.
- ¿Ya vas a echarle la bronca a la pobre, hermano? Cada día te pareces más a nuestro padre. - añadió Xabier riendo y sin despegar la mirada del papel.
- Tengo treinta y cinco años. ¿Ya me tildas de viejo, Xabier? - Se acercó al joven y le revolvió el pelo. - No voy a echarle la bronca.
Rosaline apareció poco después en la puerta, las manos juntas y mirando con ojos de cordero degollado a Ruibobille.
- Rosaline, estoy pensando en subirte el sueldo. Creo que ultimamente estás sometida a demasiada presión, esta casa es muy grande y te exijo demasiado. Creo que puede que contrate a alguien más. ¿Estas de acuerdo? - Alexander miró de reojo a su hermano en tono de reproche por emitir juicios rápidamente.
Rosaline sonrió timidamente y asintió. - Gracias, señor. Pero no se preocupe, el trabajo es duro pero no me quejo. Tan sólo...
- ¿Si? No tengas reparos en pedirme lo que quieras...
- Me gustaría disponer de algo de tiempo libre, ya sabe...para mis cosas...salir a veces y eso...
- Claro, claro. No tengo inconvenientes, Rosaline.
Rosaline hizo una reverencia, ruiseña y se despidió para seguir con su trabajo. Alexander sonrió y se dejó caer en la butaca más cercana a la chimenea del salón.
- Creo que a veces necesitas lucirte para sentirte mejor, ¿o me equivoco? - dijo Xabier tras terminar con sus apuntes.
- Todos necesitamos buscar maneras para sentirnos mejor. Yo supongo que ya lo hago por instinto más que por lucirme...La chica se lo merece y dudo que perjudique a su forma de trabajar, en todo caso ahora estará mejor.
- Una pena que esté pillada, no me habría importado tirarle los tejos. - soltó Xabier acompañado de una risotada.
- ¿Tu tambien lo crees? Recuérdame que te impida hablar más con Janson, es una mala influencia... - bromeó Alexander mientras azuzaba el fuego. - Maldito sea todo el frío que hace ultimamente...
- ¿No vas a dar ninguna de tus fiestas pronto? Ya hace bastante de la última. Vas a amargarte de tanta soledad aqui encerrado. - criticó Xabier levantándose a por algo de café.
- Tengo algunas cosas de las que preocuparme por ahora...de todos modos no tengo ánimos para algo así...
- Ya te lo decía, eres un viejo con apariencia de treintañero. Y encima fastidiaste tu relación con aquella mujer... ¿como se llamaba?
- No importa. Simplemente se acabó. Hay muchas cosas de mi vida que no entiendes Xabier, y creeme, mientras menos te entrometas mejor. Yo sé lo que hago. - el semblante de Alexander se oscureció y miró directamente a los ojos a su hermano, señalándolo con tono paternal. - Dedícate a disfrutar de tu vida y asegúrate de no hacer nada de lo que luego puedas arrepentirte. No te busques complicaciones y disfruta...Hazme caso, las personas no nacemos para cambiar el mundo ni para ser austeros ni filántropos...Todo eso son patrañas necias...
- ¿A que viene el discurso, hermano? Siempre te dedicas a dar consejos y nunca me cuentas nada...Vas de solitario y nunca te paras a darte cuenta de lo que te rodea. Con todas las amistades que tienes, y el poco caso que le echas a todo...
- Recuerda lo que te digo, y punto...
Rufus apareció en la puerta del salón y anunció que la baronesa Lecumlora y el profesor Lewis Janson habían llegado. Ruibobille le indicó a Piñavera que los hiciera esperar en la sala de billar un momento.
- Anda, parece que no te aislas tanto como pensaba. Si es que soy un bocazas...Yo ya me voy, no te preocupes. Por cierto, ¿que te traes tú con Lucynella ultimamente, que aparece tanto por aquí? - dijo Xabier burlándose mientras recogía sus cosas.
- No seas impertinente. ¿Acaso no estás tú todo el tiempo de juerga con sus hermanos? Te recuerdo que está casada.
- Ya, ya. Cómo si eso fuera una cuestión de peso, ¿verdad, hermano?
-------------------------------
Xabier Ruibobille permaneció en silencio mientras se llevaban el cuerpo de su hermano a la bodega de la mansión. Pereiro se había formado un cuadro mental de la escena del crimen, y ahora sólo estaban él y el joven Ruibobille en el agobiante despacho.
- Esto es indignante... - escupió Xabier con rabia. - ¿Quíen ha hecho esto, Pereiro?
- Aún no lo sabemos...Por eso estoy aquí, Xabier. Y no te preocupes, encontraremos a quien mató a tu hermano. - Pereiro recorria toda la habitación con la mirada como si buscara algo.
- No me hagas reir...Por lo que a mi respecta pudo ser cualquiera, ¡o todos los que están aqui! Es imposible saber lo que se traia mi hermano...Siempre con sus secretos y todo ese condenado misterio...Hasta el final... - Xabier le pegó una patada al escritorio y se acercó al ventanal. La noche no permitía ver apenas nada salvo algunas nubes alejándose.
- Tranquilízate. Tu hermano tenía sus cosas, pero no era de los que se metían en berenjenales...Alguna explicación habrá...
Pereiro se acercó a la biblioteca personal de Ruibobille y se fijó en un libro que estaba fuera de su sitio. Leyó el título: "El origen de las especies" y se quedó pensativo. Aquello le sonaba de algo. Charles Darwin...No sabía que Ruibobille se interesara por un tema así. Siempre parecía más interesado en la economía o en la literatura...Buscó alguno de los mensajes anónimos de los que mencionó Spinello, pero no vio ninguno.
- ¿Sabes cúal es la combinación de la caja fuerte? - le preguntó mientras observaba la caja, situada bajo el cajón derecho del escritorio de Ruibobille. No era demasiado grande, lo que refutaba lo dicho por Rufus de que seguramente la utilizaba para guardar documentos.
- ¿Como iba a saberlo? Ni siquiera tengo mi propia llave de esta mansión.
- Puede que guardara aqui su testamento. Vale que tu hermano era joven...y nadie podía prever esto...pero los magnates siempre se han caracterizado por ser paranoicos con estas cosas...
- En eso no pierdes razón. A paranoico no le ganaba nadie...Bien, ¿cual es tu próxima jugada?
- Hmmm...Me gustaría interrogar a los invitados, uno por uno, para ver que puedo sonsacarles. Pensaba también hacerte algunas preguntas, pero ya supongo que estás igual de perdido que yo en este asunto.
- Me gustaría ayudar, si no te importa. - dijo Ruibobille con un hilo de voz.
- ¿Seguro? Entiende que no puedo permitir que tengas ningún arrebato de ira con nadie. Tenemos que mantener las apariencias, si no jugamos correctamente con las piezas el puzzle puede romperse...
- No me vengas ahora con tu jerga de detective. Reconozco que tienes labia, será porque eres cubano, pero se te va la olla demasiado, Pereiro.
Sin hacer mucho caso a lo que el joven arrogante decia, Pereiro solo parecía ofendido cuando oyó el término cubano. - Portugués, Xabier...soy portugués...
- Vale, vale...prometo no fastidiarte la investigación...Pero tengo que encontrar al que hizo esto.
- Aclárame una cosa. ¿Por qué has venido esta noche?
- Yo...Encontré una carta en el piso de mi hermano en Londres. En ella le amenazaban. La traigo conmigo. Quería explicaciones, de una vez...
- ¿Puedes dejarme verla?
Ruibobille le dejó la carta, arrugada, seguramente aplastada por la furia de Xabier al leerla. Pereiro se sentó en el asiento de Alexander y leyó detenidamente la carta varias veces:
" Espero que te gustara el libro, Alexander. Por supuesto ya sé que te lo conoces al dedillo, pero no disponías de tu ejemplar propio. ¿Pensabas que ibas a escapar, verdad? ¿Pensabas que nadie descubriria lo que escondías?
Cuando se juega con fuego es fácil quemarse. Suena a tópico, pero tú te estarás quemando igualmente, y la sensación no es agradable, ¿cierto? Todos acabamos siendo castigados por nuestros pecados, tú, tan poderoso e influyente, ¡no vas a ser diferente!
Acabaré contigo Alexander...No te vas a librar..."
Pereiro acabó y volvió a fijarse en el libro. Recordó vagamente una conversación que tuvo una vez con Alexander...¿Podría tener algo que ver realmente? No podía ser...
La carta desde luego podía señalar un intento de asesinato, e incluso que Alexander pensara que quisieran matarle. ¿Puede ser que el resto de las amenazas no fueran tan directas o sentenciosas? Tendría que leerlas. Esperaba que Rufus pudiera decirle algo con respecto a la caja fuerte.
- Cuando la leí pensé que era una broma de mal gusto. Uno no se imagina que estas cosas le ocurran a alguíen cercano...Pero tenía que hablar con Alexander de todos modos...
- De acuerdo Xabier. Bueno, mejor que bajemos...
Al salir al pasillo Pereiro creyó ver a alguien asomado al final del corredor, desapareciendo tan pronto como fijó su mirada en la intersección de pasillos. Un ruido de fondo les llamó la atención de repente, y a medida que se acercaban al vestíbulo comenzaron a oir unas voces que armaban jaleo. Al llegar a la escalera, Pereiro vio a Mannel Bifouf discutiendo escandalósamente con Piñavera. Bifouf era un francés de piel tostada, un gigante con el que era mejor no meterse. Su voz era atronadora, para Bifouf era imposible mantenerse en silencio.
- ¡Joao, bastardo! ¡Donde te metes! - Bifouf gritó al ver a su compañero, y en ningún momento pareció que hiciera preguntas. - ¡Este soplagaitas no hace más que decirme que no se admiten perros! ¡A mi me lo dice! ¡Al increible Bifouf! ¡Y como vas a tildar de perro a este bellezón!
Pereiro en el fondo se lo olia venir. Bifouf siempre aparecía acompañado de su sharpei, una perra tratada como una reina, que llevaba siempre Mannel sobre un cojín aterciopelado, siempre perfumada y con un enorme lazo azul a forma de collar.
Resuelto el pequeño percance, Pereiro, Bifouf, Pepelieu y Ruibobille fueron hasta el salón. Xabier se presentó con un ademán frío ante los invitados y con mirada amenazadora. Habían pasado de ser visitas cordiales a sospechosos encerrados en aquella mansión. Pereiro les informó de su intención de interrogarles. Lecumlora, Garcis y Kant no protestaron, todo lo contrario. Pero Janson, Mclovin y Aidha consideraron un insulto que los retuvieran allí. Los investigadores se retiraron a la salla de billar, donde Pereiro los interrogaría uno a uno, a medida que Rufus los fuera llamando. Antes de salir, Pereiro le pidió a Rufus que se asegurara de que nadie saliera de allí en ningún momento y que cerrara la puerta este.
Daniels y Janson parecían impacientes. La mirada de Lewis coincidió momentáneamente con la de Rosaline, que se encontraba en el otro lado de la sala, y el profesor levantó su copa en tono de brindis mientras sonreia. Daniels se levantó mirando de reojo a Janson y luego momentáneamente a Rosaline. Luego se dirigió al mueble bar a por otro whisky.
- Quien iba a decirme que todo esto acabaría asi. - dijo Garcis para romper el silencio. Notó ausentes a Lecumlora y a Kant, pero no pareció importarle, más bien pretendía hacerles decir algo.
- No puedo creérmelo...Asesinado en su propia casa...delante de todo el mundo. - acertó a decir Lucynella mirando al suelo. - No es justo...
- ¿Y desde cuando la vida es justa? Todos creíamos conocer a Ruibobille, y ocurre esto...Sólo esperemos que encuentren al culpable. - arrojó Janson apurando su copa.
- Deberías dejar de beber, Janson...De hecho todos deberíamos dejar de beber. - dijo Garcis antes de volver al silencio.
En el otro lado de la sala, Aidha y Martha indagaban a su manera conversando con Martina. Lockslo discutía con Spinello y preguntaba continuamente por De la Rouge.
- ¡Tienes que saber algo! ¿Viviendo aqui las 24 horas y ni siquiera sospechabas que querían matar a tu jefe? ¿Pero que clase de cotilla eres? - decía Aidha con aire de superioridad. No soportaba que el pelmazo de Pereiro hubiera monopolizado la investigación y estaba decidida a resolver aquello por su cuenta y demostrar el poco juicio del portugués.
Martina se defendía cómo podía, con su tono rumano, y antes que nada, con la intención de no permitir que ofendieran a su "virtud" para cotillear.
- ¡Sabia lo que tenía que saber! Ya os he contado lo de los anónimos, las donaciones del señor, y los extraños visitantes que aparecían mucho hace unos meses. ¡Para alguíen como yo ya es mucho! - Martina disfrutaba codeándose con esas señoras de alta alcurnia como si fuera una más.
- Yo lo habría hecho mucho mejor querida. Y de poco te sirve ser mujer si no utilizas tus armas... - protestó Martha Mclovin mientras se abanicaba. - Si lo hubieses hecho mejor puede que Alexander siguiera vivo...
- ¡Por ello debemos encontrar al que lo hizo! Pereiro no hace más que divagar, seguro que fuma las hierbas esas que siempre se trae Garcis...¿Cómo si no iba a parecer siempre que está tan perdido?
- ¿Y si ha sido Garcis? Esas malditas hierbas suyas, y con lo raro que es...¡Seguro que lo ha envenenado! - sentenció Martha Mclovin con seguridad.
- ¿Es que ninguna tiene en cuenta a Rufus? Puede parecer muy cortés y correcto, pero siempre es silencioso, aparece muy rápido y apenas guarda cosas de interés en su habitación...¡Es como si no hubiera tenido una vida a sus espaldas!
- Es un mayordomo, todos los mayordomos son así - soltó Martha cómo si no tuviera importancia.
- ¿Cómo que no tiene cosas de interés en su habitación? ¿Le has estado revolviendo las cosas? - dijo sorprendida Rosaline, que escuchaba de cerca.
- Y de que te sorprendes, lista...¿O quieres que te recuerde cuando Rufus te pilló mirando las cosas de Ruibobille? - contraatacó Martina con mirada maliciosa.
- Eso...eso es diferente... - dijo en voz baja, enfadada y apretándose el delantal.
- Deberías participar con nosotras, querida. Así llegaremos antes al fondo del asunto. - le dijo Aidha a Rosaline.
- No, gracias...Me poneís enferma. - Rosaline se levantó y se alejó hasta el mueble bar. Miró las botellas en busca de algo fuerte y Daniels apareció a su lado ofreciéndole una copa.
- Uy...Vaya cómo se ha puesto. ¿Qué mosca le ha picado? - dijo Aidha ofendida
- Esta siempre es igual, aunque de que te extrañas con esos rumores que se cuentan. - contestó Martha mirando a Martina.
- Ya sabes, Aidha. Siempre hemos sospechado que Rosaline tenía algo con el doctor Daniels, y aunque parecen esforzarse por ocultarlo, se les nota un montón...- aseguraba Martina.
- Me cuesta creer que un hombre tan serio como Daniels se deje engatusar sólo por una cara bonita. No sé, siempre lo he visto como alguien con más...clase...de los que se casan con chicas con influencia. - respondió Aidha pensativa.
- ¿Alguien como Lecumlora o Noelesia? Seguiria sin verlo. - rió Martha
- ¡Dejad de cotorrear ya! Con el cadaver de Ruibobille aún caliente y vosotras a lo vuestro... - gritó Lockslo.
Kant escuchó el grito y se enderezó en su asiento. Miró a Garcis y luego a Daniels que charlaba con Rosaline. Buscó inmediatamente la mirada de Janson y lo descubrió mirando a la pareja. Se metió la mano en el bolsillo y recordó que le había dejado su libreta. Preocupado de repente, no tardó en preguntarle a Janson por ella.
- Se la dejé a Pereiro. ¿No te importa, no?
Kant le sonrió dándole a entender que no había ningún problema. El gato de Garcis ronroneaba a su pies. Mclovin se acercó y le pidió hablar un momento. Se acercaron a la chimenea con Spinello.
- Kant, necesitamos tu libreta. Creemos que hemos dado con algo, y puede que lo hayas apuntado. Ya sabes, como tu lo apuntas todo. - dijo Spinello.
- ¿Y de que se trata? - anunció Kant interesado.
- Es por algo que hablé con Ruibobille. Verás...Lockslo y yo recordamos una vez que Ruibobille se puso hecho una furia, ¿lo recuerdas?
- Ah, si...Fue hace tres fiestas creo. Pero no me acuerdo de lo que ocurrió.
- Nosotros tampoco. Por eso queríamos asegurarnos de que lo tenías apuntado. ¿puedes dejárnosla?
- Lo haría encantado, pero la tiene Pereiro. - dijo Kant como si apenas le diera importancia.
- ¿Qué? ¿Y porqué se la dejas a él? - Lockslo parecía más molesto que el propio Kant por aquello.
- ¿Algún problema con ello, Lockslo? - le dijo Kant algo ofendido por su tono.
- Haznos caso, Kant. Es mejor que la recuperemos... - contestó Spinello por él.
- ¿Y eso por qué? Si puede ayudar en la investigación mejor, ¿no? Si me disculpan...
Lockslo y Spinello se miraron sin mediar palabra. Rufus apareció en la puerta y se acercó a Lecumlora para pedirle que lo acompañara. Kant le dijo que también queria ir, si no existía inconveniente. El gato de Garcis se acurrucó junto a la chimenea, observando toda la sala en silencio...
Ruibobille agitaba enérgicamente la cucharilla jugueteando con el café. Los rayos del sol de la tarde se filtraban a través de las cortinas del salón. Su hermano terminaba de pasar unos apuntes de la universidad, silbando alegremente. Alexander se levantó con la taza en la mano y pulsó el timbre para llamar a Rufus.
- ¿Desea algo señor? - preguntó cordialmente Rufus con la mejor de sus sonrisas.
- Dile a Rosaline que venga, por favor. - dijo Alexander tras darle un ligero sorbo al café.
- ¿Ya vas a echarle la bronca a la pobre, hermano? Cada día te pareces más a nuestro padre. - añadió Xabier riendo y sin despegar la mirada del papel.
- Tengo treinta y cinco años. ¿Ya me tildas de viejo, Xabier? - Se acercó al joven y le revolvió el pelo. - No voy a echarle la bronca.
Rosaline apareció poco después en la puerta, las manos juntas y mirando con ojos de cordero degollado a Ruibobille.
- Rosaline, estoy pensando en subirte el sueldo. Creo que ultimamente estás sometida a demasiada presión, esta casa es muy grande y te exijo demasiado. Creo que puede que contrate a alguien más. ¿Estas de acuerdo? - Alexander miró de reojo a su hermano en tono de reproche por emitir juicios rápidamente.
Rosaline sonrió timidamente y asintió. - Gracias, señor. Pero no se preocupe, el trabajo es duro pero no me quejo. Tan sólo...
- ¿Si? No tengas reparos en pedirme lo que quieras...
- Me gustaría disponer de algo de tiempo libre, ya sabe...para mis cosas...salir a veces y eso...
- Claro, claro. No tengo inconvenientes, Rosaline.
Rosaline hizo una reverencia, ruiseña y se despidió para seguir con su trabajo. Alexander sonrió y se dejó caer en la butaca más cercana a la chimenea del salón.
- Creo que a veces necesitas lucirte para sentirte mejor, ¿o me equivoco? - dijo Xabier tras terminar con sus apuntes.
- Todos necesitamos buscar maneras para sentirnos mejor. Yo supongo que ya lo hago por instinto más que por lucirme...La chica se lo merece y dudo que perjudique a su forma de trabajar, en todo caso ahora estará mejor.
- Una pena que esté pillada, no me habría importado tirarle los tejos. - soltó Xabier acompañado de una risotada.
- ¿Tu tambien lo crees? Recuérdame que te impida hablar más con Janson, es una mala influencia... - bromeó Alexander mientras azuzaba el fuego. - Maldito sea todo el frío que hace ultimamente...
- ¿No vas a dar ninguna de tus fiestas pronto? Ya hace bastante de la última. Vas a amargarte de tanta soledad aqui encerrado. - criticó Xabier levantándose a por algo de café.
- Tengo algunas cosas de las que preocuparme por ahora...de todos modos no tengo ánimos para algo así...
- Ya te lo decía, eres un viejo con apariencia de treintañero. Y encima fastidiaste tu relación con aquella mujer... ¿como se llamaba?
- No importa. Simplemente se acabó. Hay muchas cosas de mi vida que no entiendes Xabier, y creeme, mientras menos te entrometas mejor. Yo sé lo que hago. - el semblante de Alexander se oscureció y miró directamente a los ojos a su hermano, señalándolo con tono paternal. - Dedícate a disfrutar de tu vida y asegúrate de no hacer nada de lo que luego puedas arrepentirte. No te busques complicaciones y disfruta...Hazme caso, las personas no nacemos para cambiar el mundo ni para ser austeros ni filántropos...Todo eso son patrañas necias...
- ¿A que viene el discurso, hermano? Siempre te dedicas a dar consejos y nunca me cuentas nada...Vas de solitario y nunca te paras a darte cuenta de lo que te rodea. Con todas las amistades que tienes, y el poco caso que le echas a todo...
- Recuerda lo que te digo, y punto...
Rufus apareció en la puerta del salón y anunció que la baronesa Lecumlora y el profesor Lewis Janson habían llegado. Ruibobille le indicó a Piñavera que los hiciera esperar en la sala de billar un momento.
- Anda, parece que no te aislas tanto como pensaba. Si es que soy un bocazas...Yo ya me voy, no te preocupes. Por cierto, ¿que te traes tú con Lucynella ultimamente, que aparece tanto por aquí? - dijo Xabier burlándose mientras recogía sus cosas.
- No seas impertinente. ¿Acaso no estás tú todo el tiempo de juerga con sus hermanos? Te recuerdo que está casada.
- Ya, ya. Cómo si eso fuera una cuestión de peso, ¿verdad, hermano?
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Xabier Ruibobille permaneció en silencio mientras se llevaban el cuerpo de su hermano a la bodega de la mansión. Pereiro se había formado un cuadro mental de la escena del crimen, y ahora sólo estaban él y el joven Ruibobille en el agobiante despacho.
- Esto es indignante... - escupió Xabier con rabia. - ¿Quíen ha hecho esto, Pereiro?
- Aún no lo sabemos...Por eso estoy aquí, Xabier. Y no te preocupes, encontraremos a quien mató a tu hermano. - Pereiro recorria toda la habitación con la mirada como si buscara algo.
- No me hagas reir...Por lo que a mi respecta pudo ser cualquiera, ¡o todos los que están aqui! Es imposible saber lo que se traia mi hermano...Siempre con sus secretos y todo ese condenado misterio...Hasta el final... - Xabier le pegó una patada al escritorio y se acercó al ventanal. La noche no permitía ver apenas nada salvo algunas nubes alejándose.
- Tranquilízate. Tu hermano tenía sus cosas, pero no era de los que se metían en berenjenales...Alguna explicación habrá...
Pereiro se acercó a la biblioteca personal de Ruibobille y se fijó en un libro que estaba fuera de su sitio. Leyó el título: "El origen de las especies" y se quedó pensativo. Aquello le sonaba de algo. Charles Darwin...No sabía que Ruibobille se interesara por un tema así. Siempre parecía más interesado en la economía o en la literatura...Buscó alguno de los mensajes anónimos de los que mencionó Spinello, pero no vio ninguno.
- ¿Sabes cúal es la combinación de la caja fuerte? - le preguntó mientras observaba la caja, situada bajo el cajón derecho del escritorio de Ruibobille. No era demasiado grande, lo que refutaba lo dicho por Rufus de que seguramente la utilizaba para guardar documentos.
- ¿Como iba a saberlo? Ni siquiera tengo mi propia llave de esta mansión.
- Puede que guardara aqui su testamento. Vale que tu hermano era joven...y nadie podía prever esto...pero los magnates siempre se han caracterizado por ser paranoicos con estas cosas...
- En eso no pierdes razón. A paranoico no le ganaba nadie...Bien, ¿cual es tu próxima jugada?
- Hmmm...Me gustaría interrogar a los invitados, uno por uno, para ver que puedo sonsacarles. Pensaba también hacerte algunas preguntas, pero ya supongo que estás igual de perdido que yo en este asunto.
- Me gustaría ayudar, si no te importa. - dijo Ruibobille con un hilo de voz.
- ¿Seguro? Entiende que no puedo permitir que tengas ningún arrebato de ira con nadie. Tenemos que mantener las apariencias, si no jugamos correctamente con las piezas el puzzle puede romperse...
- No me vengas ahora con tu jerga de detective. Reconozco que tienes labia, será porque eres cubano, pero se te va la olla demasiado, Pereiro.
Sin hacer mucho caso a lo que el joven arrogante decia, Pereiro solo parecía ofendido cuando oyó el término cubano. - Portugués, Xabier...soy portugués...
- Vale, vale...prometo no fastidiarte la investigación...Pero tengo que encontrar al que hizo esto.
- Aclárame una cosa. ¿Por qué has venido esta noche?
- Yo...Encontré una carta en el piso de mi hermano en Londres. En ella le amenazaban. La traigo conmigo. Quería explicaciones, de una vez...
- ¿Puedes dejarme verla?
Ruibobille le dejó la carta, arrugada, seguramente aplastada por la furia de Xabier al leerla. Pereiro se sentó en el asiento de Alexander y leyó detenidamente la carta varias veces:
" Espero que te gustara el libro, Alexander. Por supuesto ya sé que te lo conoces al dedillo, pero no disponías de tu ejemplar propio. ¿Pensabas que ibas a escapar, verdad? ¿Pensabas que nadie descubriria lo que escondías?
Cuando se juega con fuego es fácil quemarse. Suena a tópico, pero tú te estarás quemando igualmente, y la sensación no es agradable, ¿cierto? Todos acabamos siendo castigados por nuestros pecados, tú, tan poderoso e influyente, ¡no vas a ser diferente!
Acabaré contigo Alexander...No te vas a librar..."
Pereiro acabó y volvió a fijarse en el libro. Recordó vagamente una conversación que tuvo una vez con Alexander...¿Podría tener algo que ver realmente? No podía ser...
La carta desde luego podía señalar un intento de asesinato, e incluso que Alexander pensara que quisieran matarle. ¿Puede ser que el resto de las amenazas no fueran tan directas o sentenciosas? Tendría que leerlas. Esperaba que Rufus pudiera decirle algo con respecto a la caja fuerte.
- Cuando la leí pensé que era una broma de mal gusto. Uno no se imagina que estas cosas le ocurran a alguíen cercano...Pero tenía que hablar con Alexander de todos modos...
- De acuerdo Xabier. Bueno, mejor que bajemos...
Al salir al pasillo Pereiro creyó ver a alguien asomado al final del corredor, desapareciendo tan pronto como fijó su mirada en la intersección de pasillos. Un ruido de fondo les llamó la atención de repente, y a medida que se acercaban al vestíbulo comenzaron a oir unas voces que armaban jaleo. Al llegar a la escalera, Pereiro vio a Mannel Bifouf discutiendo escandalósamente con Piñavera. Bifouf era un francés de piel tostada, un gigante con el que era mejor no meterse. Su voz era atronadora, para Bifouf era imposible mantenerse en silencio.
- ¡Joao, bastardo! ¡Donde te metes! - Bifouf gritó al ver a su compañero, y en ningún momento pareció que hiciera preguntas. - ¡Este soplagaitas no hace más que decirme que no se admiten perros! ¡A mi me lo dice! ¡Al increible Bifouf! ¡Y como vas a tildar de perro a este bellezón!
Pereiro en el fondo se lo olia venir. Bifouf siempre aparecía acompañado de su sharpei, una perra tratada como una reina, que llevaba siempre Mannel sobre un cojín aterciopelado, siempre perfumada y con un enorme lazo azul a forma de collar.
Resuelto el pequeño percance, Pereiro, Bifouf, Pepelieu y Ruibobille fueron hasta el salón. Xabier se presentó con un ademán frío ante los invitados y con mirada amenazadora. Habían pasado de ser visitas cordiales a sospechosos encerrados en aquella mansión. Pereiro les informó de su intención de interrogarles. Lecumlora, Garcis y Kant no protestaron, todo lo contrario. Pero Janson, Mclovin y Aidha consideraron un insulto que los retuvieran allí. Los investigadores se retiraron a la salla de billar, donde Pereiro los interrogaría uno a uno, a medida que Rufus los fuera llamando. Antes de salir, Pereiro le pidió a Rufus que se asegurara de que nadie saliera de allí en ningún momento y que cerrara la puerta este.
Daniels y Janson parecían impacientes. La mirada de Lewis coincidió momentáneamente con la de Rosaline, que se encontraba en el otro lado de la sala, y el profesor levantó su copa en tono de brindis mientras sonreia. Daniels se levantó mirando de reojo a Janson y luego momentáneamente a Rosaline. Luego se dirigió al mueble bar a por otro whisky.
- Quien iba a decirme que todo esto acabaría asi. - dijo Garcis para romper el silencio. Notó ausentes a Lecumlora y a Kant, pero no pareció importarle, más bien pretendía hacerles decir algo.
- No puedo creérmelo...Asesinado en su propia casa...delante de todo el mundo. - acertó a decir Lucynella mirando al suelo. - No es justo...
- ¿Y desde cuando la vida es justa? Todos creíamos conocer a Ruibobille, y ocurre esto...Sólo esperemos que encuentren al culpable. - arrojó Janson apurando su copa.
- Deberías dejar de beber, Janson...De hecho todos deberíamos dejar de beber. - dijo Garcis antes de volver al silencio.
En el otro lado de la sala, Aidha y Martha indagaban a su manera conversando con Martina. Lockslo discutía con Spinello y preguntaba continuamente por De la Rouge.
- ¡Tienes que saber algo! ¿Viviendo aqui las 24 horas y ni siquiera sospechabas que querían matar a tu jefe? ¿Pero que clase de cotilla eres? - decía Aidha con aire de superioridad. No soportaba que el pelmazo de Pereiro hubiera monopolizado la investigación y estaba decidida a resolver aquello por su cuenta y demostrar el poco juicio del portugués.
Martina se defendía cómo podía, con su tono rumano, y antes que nada, con la intención de no permitir que ofendieran a su "virtud" para cotillear.
- ¡Sabia lo que tenía que saber! Ya os he contado lo de los anónimos, las donaciones del señor, y los extraños visitantes que aparecían mucho hace unos meses. ¡Para alguíen como yo ya es mucho! - Martina disfrutaba codeándose con esas señoras de alta alcurnia como si fuera una más.
- Yo lo habría hecho mucho mejor querida. Y de poco te sirve ser mujer si no utilizas tus armas... - protestó Martha Mclovin mientras se abanicaba. - Si lo hubieses hecho mejor puede que Alexander siguiera vivo...
- ¡Por ello debemos encontrar al que lo hizo! Pereiro no hace más que divagar, seguro que fuma las hierbas esas que siempre se trae Garcis...¿Cómo si no iba a parecer siempre que está tan perdido?
- ¿Y si ha sido Garcis? Esas malditas hierbas suyas, y con lo raro que es...¡Seguro que lo ha envenenado! - sentenció Martha Mclovin con seguridad.
- ¿Es que ninguna tiene en cuenta a Rufus? Puede parecer muy cortés y correcto, pero siempre es silencioso, aparece muy rápido y apenas guarda cosas de interés en su habitación...¡Es como si no hubiera tenido una vida a sus espaldas!
- Es un mayordomo, todos los mayordomos son así - soltó Martha cómo si no tuviera importancia.
- ¿Cómo que no tiene cosas de interés en su habitación? ¿Le has estado revolviendo las cosas? - dijo sorprendida Rosaline, que escuchaba de cerca.
- Y de que te sorprendes, lista...¿O quieres que te recuerde cuando Rufus te pilló mirando las cosas de Ruibobille? - contraatacó Martina con mirada maliciosa.
- Eso...eso es diferente... - dijo en voz baja, enfadada y apretándose el delantal.
- Deberías participar con nosotras, querida. Así llegaremos antes al fondo del asunto. - le dijo Aidha a Rosaline.
- No, gracias...Me poneís enferma. - Rosaline se levantó y se alejó hasta el mueble bar. Miró las botellas en busca de algo fuerte y Daniels apareció a su lado ofreciéndole una copa.
- Uy...Vaya cómo se ha puesto. ¿Qué mosca le ha picado? - dijo Aidha ofendida
- Esta siempre es igual, aunque de que te extrañas con esos rumores que se cuentan. - contestó Martha mirando a Martina.
- Ya sabes, Aidha. Siempre hemos sospechado que Rosaline tenía algo con el doctor Daniels, y aunque parecen esforzarse por ocultarlo, se les nota un montón...- aseguraba Martina.
- Me cuesta creer que un hombre tan serio como Daniels se deje engatusar sólo por una cara bonita. No sé, siempre lo he visto como alguien con más...clase...de los que se casan con chicas con influencia. - respondió Aidha pensativa.
- ¿Alguien como Lecumlora o Noelesia? Seguiria sin verlo. - rió Martha
- ¡Dejad de cotorrear ya! Con el cadaver de Ruibobille aún caliente y vosotras a lo vuestro... - gritó Lockslo.
Kant escuchó el grito y se enderezó en su asiento. Miró a Garcis y luego a Daniels que charlaba con Rosaline. Buscó inmediatamente la mirada de Janson y lo descubrió mirando a la pareja. Se metió la mano en el bolsillo y recordó que le había dejado su libreta. Preocupado de repente, no tardó en preguntarle a Janson por ella.
- Se la dejé a Pereiro. ¿No te importa, no?
Kant le sonrió dándole a entender que no había ningún problema. El gato de Garcis ronroneaba a su pies. Mclovin se acercó y le pidió hablar un momento. Se acercaron a la chimenea con Spinello.
- Kant, necesitamos tu libreta. Creemos que hemos dado con algo, y puede que lo hayas apuntado. Ya sabes, como tu lo apuntas todo. - dijo Spinello.
- ¿Y de que se trata? - anunció Kant interesado.
- Es por algo que hablé con Ruibobille. Verás...Lockslo y yo recordamos una vez que Ruibobille se puso hecho una furia, ¿lo recuerdas?
- Ah, si...Fue hace tres fiestas creo. Pero no me acuerdo de lo que ocurrió.
- Nosotros tampoco. Por eso queríamos asegurarnos de que lo tenías apuntado. ¿puedes dejárnosla?
- Lo haría encantado, pero la tiene Pereiro. - dijo Kant como si apenas le diera importancia.
- ¿Qué? ¿Y porqué se la dejas a él? - Lockslo parecía más molesto que el propio Kant por aquello.
- ¿Algún problema con ello, Lockslo? - le dijo Kant algo ofendido por su tono.
- Haznos caso, Kant. Es mejor que la recuperemos... - contestó Spinello por él.
- ¿Y eso por qué? Si puede ayudar en la investigación mejor, ¿no? Si me disculpan...
Lockslo y Spinello se miraron sin mediar palabra. Rufus apareció en la puerta y se acercó a Lecumlora para pedirle que lo acompañara. Kant le dijo que también queria ir, si no existía inconveniente. El gato de Garcis se acurrucó junto a la chimenea, observando toda la sala en silencio...
sábado, 24 de julio de 2010
Canciones fuera de lo convencional...(6)
Esta es una de esas canciones que consiguen que la rabia se disipe, una de esas melodias que te anima a cerrar los ojos y dejarte llevar junto a sus acordes...
lunes, 19 de julio de 2010
Cluedo (4º parte)
4. La investigación
Las llamas del gran salón alumbraban con fuerza y perfilaban la sombra de Joao A. Pereiro mientras caminaba en círculos, manos a la espalda, con la cabeza gacha y tarareando alguna especie de canción. Todos los invitados aguardaban y observaban al extraño personaje en su misterioso ritual. Spinello gruñó en más de una ocasión, seguido por las risotadas de su esposa, que conversaba en voz baja con Martha Mclovin.
Lockslo estaba tumbado en una de las butacas más cercanas a la chimenea con la mirada perdida en el fuego, bastante blanco y dando cabezadas violentas. Garcis y Kant seguían en el rincón de antes, acompañados ahora de Lucynella y Janson, la primera sentada en el brazo derecho de la butaca en la que estaba Garcis y el segundo en una butaca pegada a la pared, que dejaba su semblante a merced de las sombras. Las dos sirvientes de Ruibobille estaban formalmente sentadas en un par de sillas cerca de la puerta este del salón. Martina observaba con desagrado a las mujeres que hablaban en voz baja y Rosaline se sujetaba las manos para disimular que estaba temblando.
Rufus Piñavera y el doctor Daniels se encontraban cerca de Pereiro, ambos de pie y muy rígidos. Daniels se esforzaba por no mirar a ningún lugar de la sala y Rufus tenía los ojos cerrados, como si estuviera rezando. La princesa Noelesía recibió permiso del detective para cuidar de su marido en el cuarto de Rufus, a pesar de las protestas de Janson. Pereiro conocía especialmente bien a los De la Rouge y tenía una enorme corazonada sobre la inocencia de ambos en el asesinato. Por supuesto, había dejado claro a Noelesía que no podían abandonar el lugar hasta que se resolviera todo aquello. La aristócrata casi se desmayó al enterarse de la tragedia, y Joao ahora se preguntaba cual sería la impresión general del resto de invitados. Sabía casi a ciencia cierta que uno (o varios) de los presentes habían participado en el asesinato...y esa o esas personas conocían el porqué de la presencia del detective privado. Tenía que estar pendiente del más mínimo detalle, cómo buen experto del lenguaje verbal (si bien en el pasado había malinterpretado en numerosas ocasiones el lenguaje corporal de las mujeres y por ello se había llevado más de una bofetada) De todos modos, y por si acaso, solía preguntar a sus ayudantes sus impresiones para evitar que nada se le escapara. Antes de llegar al salón, llamó a su más fiel camarada en el gremio de detectives, Mannel Bifouf, también de métodos peculiares y extrambóticos pero con una reputación exquisita. Dos semanas atrás había vuelto de Bilbao y el portugués confiaba en que estuviera disponible.
Ahora, seguro de que llegaría en cualquier momento gracias al fin de la tormenta, tenía que comenzar a reunir pruebas y motivos, y lo más importante, tenía que asegurarse de que nadie se escapara.
- Señor Piñavera, ¿está seguro de que no falta nadie? - preguntó por tercera vez Pereiro.
- Si, señor. Están todos.
- Bien, en ese caso, no les haré esperar más. Esta noche se ha abalanzado sobre nosotros un suceso espantoso. Temo decirles que la fiesta puede darse por finalizada, ya que el anfitrión ha fallecido bajo fatales circunstancias, asesinado. Y sabemos que el autor del crimen se encuentra entre uno de ustedes...
------------------------
Varios días antes, en la mansión Ruibobille, Spinello y Alexander conversaban seriamente en el despacho del magnate. Spinello ojeaba un nuevo libro que le habían mandado a Alexander mientras se alisaba el bigote. Alexander daba vueltas por toda la sala, golpeándose continuamente la palma de la mano izquierda con una cuchara.
- Sigo sin entender que tiene que ver este libro con todo este asunto, Alexander.
- Me lo envió la persona que te he contado, la de los anónimos...Ahora estoy convencido totalmente de que lo sabe todo, no habría otra explicación. Viene a por mí, general...Y estoy seguro de que es alguien que conozco...
- ¿Y que piensas hacer?
- Aún no lo he decidido...Pero me gustaría contar con tu apoyo, más ahora que no creo que pueda confiar en nadie...
- ¿Sospechas de alguien en particular?
- Podría decirse que sí, pero no voy a adelantar acontecimientos. Sólo necesito una cosa, que vigiles mi casa unos días.
- Puedo mandarte a algunos hombres, sin duda. Pero puede que eso no solucione nada a largo plazo.
Ruibobille sonrió sombriamente, se le veía apesadumbrado y sin la energía de la que presumía de costumbre. Se paró y miró a Spinello directamente a los ojos.
- Tengo un plan. El que me manda esos anónimos acabará apareciendo tarde o temprano...
--------------------
Una hora más tarde, la agitación en la mansión de Ruibobille amainó. La noticia de la muerte de Alexander desembocó en una algarabía atronadora. Tras los primeros minutos, Pereiro aprovechó para dar una vuelta junto a Rufus por la mansión, confiando la vigilancia del salón en manos de Daniels, Janson y Pepelieu.
Piñavera y Pereiro recorrían los pasillos de camino al cuarto del mayordomo con paso silencioso. La luz de los candelabros brillaba con un ritmo fantasmagórico.
- No entiendo porqué confia en Daniels y Janson. Ellos podrían ser los asesinos tanto como cualquier otro.
- Ya lo sé, Piñavera. De hecho mis mayores sospechas están reservadas para ambos. Parecen ocultar algo. Por ello es importante dejar que se confien y ofrecerles la sensación de que están a salvo. Será mucho más fácil que cometan errores así que dejándoles claro que sospechamos de ellos.
Piñavera sonrió amargamente. - Supongo que el mismo método se me puede aplicar a mi, ¿no es así?
- No existe un método, Rufus. Usted por supuestísimo que también es sospechoso, por algo voy armado. - Pereiro le mostró el revolver que guardaba en el cinturón.
Una vez llegados a la habitación, fueron recibidos por Noelesía. De la Rouge dormía profundamente en la cama de Rufus. Al entrar al cuarto, el mayordomo hizo un ademán de no estar muy conforme con dejar alli a De la Rouge. Noelesia le dijo a Pereiro que si podían hablar a solas un momento. Rufus lo agradeció para aprovechar y poner un poco de orden en su habitación tras el lio montado al intentar trasladar al borracho.
- Que tragedia, Joao...que tragedia...
- Sin duda, princesa. No puedo expresar con palabras las ganas que tengo de atrapar al mal nacido que ha acabado con nuestro querido Alexander.
- No imaginamos que pueda ocurrir algo así a alguien que conocemos, hasta que ocurre. Pero, ¿quien querría acabar con el pobre Ruibobille? No era capaz ni de matar a una mosca. No conocía a mejor persona que Alexander.
- Incluso la gente buena guarda secretos, Noelesia. Y sin duda Alexander siempre ha guardado un gran número de ellos...Nunca he conocido a nadie más receloso y protector con su vida privada, y ni siquiera haciendo uso de mis artimañas he conseguido sonasacarle ninguna información...Así que tendré que interrogar a todos los que están aquí para ver si arrojan algo de luz sobre los oscuros secretos de Ruibobille...
- Es cierto que apenas contaba nada. Yo he llegado en varias ocasiones a sospechar que tenía una amante, pero poco más.
- ¿Una amante dices? Bueno, he de reconocer que hace mucho que no vengo por aquí, desconozco que tal han ido las conquistas de Alexander.
- Abiertamente nunca ha expresado nada, pero Paul decía que estaba con alguien, que se le notaba.
- Hmmm...entiendo. Una pena que Paul no esté demasiado disponible ahora mismo para preguntarle. ¿Algo más que hayas sospechado?
- No mucho más. Nunca noté nada demasiado raro en Alexander, si bien ultimamente se le veía mucho más apagado. Más me han preocupado sus sirvientas, que son unas ordinarias...
- Ehh, bueno. Pues no debería demorarme mucho más, princesa. No debo hacer esperar mucho más al resto de invitados.
- Ah, antes de que se me olvide, Joao...Esta es la razón por la que queria hablar contigo realmente. Debo reconocer que me puse muy nerviosa y paranoica cuando me dijiste que Alexander había sido asesinado. Mientras estaba en la habitación de Rufus busqué algún pañuelo en el cajón de su mesita de noche y no pude evitar fijarme en este papel. Puede que no sea nada, pero por si acaso yo te lo doy a ti. No me entiendas mal, pero es que me ha parecido sospechoso.
Noelesia le pasó el papel a Pereiro, sin dejar de mirar el pasillo como si los espiaran. Pereiro le echó un vistazo al trozo de papel, en el que estaban apuntados unos números:
47 32 24 61 96 34
- Gracias, Noelesia. - dijo sin llegar a estar demasiado convencido de que el arrebato detectivesco de la princesa fuera demasiado relevante.
Pereiro llamó a Rufus y ambos se encargaron de cerrar todas las puertas de la casa para evitar que nadie pudiera salir. Luego volvieron al salón, y Pereiro les dijo a Daniels, Janson y Spinello que se reunieran con él en la sala de billar.
Una vez todos alli, y con Pepelieu una vez más de vigia del salón, Pereiro habló con un tono mucho más jocoso del empleado hasta ahora.
- Bien, tengo intención de comenzar a interrogar en breve a todos los presentes. He descartado ya a los De la Rouge, debido al estado del primero y a una conversación que ya he mantenido con la princesa Noelesia. Me gustaría saber también si Mclovin se encuentra en condiciones de responder correctamente.
- Ha bebido bastante, como todos, pero se encuentra bien. - Contestó Spinello.
- De acuerdo. Queria empezar por vos, general, ya que tengo entendido que vino hace unos días para tratar un asunto personal con Alexander. ¿Podría contarnos de que se trata?
Spinello dio señales de estar alterado y algo cabreado. Miró a todos los presentes antes de contestar.
- ¿Y pretendes que lo diga con todos ellos aqui?
- Si no hay ningún problema, si. Me ayudan con la investigación y estoy casi seguro de que están fuera de sospecha. Los necesito aparte para refutar informaciones y oir más opiniones.
Spinello suspiró y se sentó sobre la mesa de billar. Cogió un puro y le costó un poco encontrar el encendedor.
- Supongo que ya no importa si lo cuento. Me llamó porque alguien le estaba mandando mensajes anónimos, amenazas. Me enseñó algunos de los mensajes, siguen en su despacho, en su caja fuerte, supongo. También le enviaron un libro. Los mensajes eran violentos, pero nunca llegué a pensar que...en fin, Ruibobille estaba nervioso, pero no parecía preocupado realmente porque alguien quisiera matarle. Me contó que tenía un plan y que queria que le ayudara a vigilar la casa, por si aparecia algún sospechoso por los alrededores...Antes de cenar volvimos a hablar, y parecia seguro de que quien le acosaba estaba hoy en la mansión...
Todos se miraron unos a otros. El detective se distrajo en mitad del discurso de Spinello. Algo le había llamado la atención.
- Rufus, ¿Sabes que es lo que guardaba exactamente Alexander en su caja fuerte?
- Creo que algunas facturas, el correo que le interesaba y su lista negra. Solía decir que la utilizaba unicamente para sus documentos y asi impedir que perdiera ninguno. Era algo desordenado y no quería que Rosaline le cambiara las cosas de sitio. Ahora que lo pienso...
- ¿Que ocurre? - dijo Pereiro
- Una mañana entré en el despacho y sorprendí a Rosaline mirando una carta del señor Ruibobille. No le dije nada al señor, pero sin duda le eché una buena bronca por cotilla. No creo que realmente tenga nada que ver con esto, tanto ella como Martina se meten siempre donde no las llaman, pero son buenas chicas.
- Hablaré con Rosaline igualmente, no se preocupe Rufus.
- Sigo sin creer que vaya a dejar a De la Rouge fuera del caso por las buenas, Pereiro. - dijo Janson aprovechando un momento de silencio. - Es tan sospechoso como cualquiera, e incluso puede que se haya hecho el borracho para no levantar sospechas. No olvidemos que él y Ruibobille no paraban de hacer apuestas.
- Tampoco tendriamos que olvidar que tú le debes bastante dinero de tus timbas de póquer, ¿verdad, Lewis? - contraatacó Daniels algo irritado por la acusación.
- No digas tonterias, Daniels. Sabes que hubiese preferido volver a jugar y recuperar mi dinero...No olvides que este es mi año. ¡Ah, casi lo olvido! Si me disculpan, debo ir a por unos medicamentos. En unas semanas viajo al amazonas y tengo que estar preparado. Volveré en unos momentos. ¿Me acompañas, Daniels? Puede que me haga falta tu ayuda.
- Pueden irse caballeros. Pero no olviden que tengo una charla pendiente con ambos.- dijo Pereiro serenamente.
Los hombres se marcharon silenciosamente, y Spinello resopló como si se hubiera quitado un peso de encima.
- No me fio de ellos, ragazzo. Dices que encontraron el cuerpo, pero parece como si fueran ellos el mayordomo. No te ofendas, Rufus. Daniels siempre ha tenido cara de pocos amigos, pero desde que entró por la puerta parecía fulminar a todo el mundo con su mirada. Janson encima se las da de inocente con su jerga de intelectual.
- Rufus, tengo entendido que madame Lecumlora no estaba en el salón cuando Janson y Daniels volvieron al lugar tras encontrar el cuerpo, ¿verdad? - dijo Pereiro como si no diera importancia a la opinión de Spinello.
- Creo que si, señor Pereiro. Pero tuvo que irse por la puerta este, ya que no la ví.
- ¿Puede explicarme que relación mantenía con Alexander, Rufus?
- Nada del otro mundo, si me permite decirlo, por si sospecha algo. Hace poco que la baronesa se divorció de su tercer marido, y siempre ha sido una mujer respetable, ya sabe, su fama la precede, más aún sabiendo que pertenece al imperio de los Lecumlora. Desconozco si el patrón sentía algo por ella, no soy igual de cotilla que las sirvientas, pero estoy seguro de que no tenian ningún tipo de relación más allá de la amistad.
- Pareces saber mucho, Rufus, para no ser un cotilla. - gruñó Spinello. - ¿Sospechas de Lecumlora, Pereiro?
- Un poco, si. Desde que la conozco me ha parecido siempre una dama muy misteriosa, demasiado quizá. Y su desaparición me tiene intrigado. Creo que será la primera con la que hable. Supongo que tampoco conocerá ningún romance que haya tenido Alexander en todo este tiempo, ¿no, Rufus?
- No, señor. No hablaba de temas personales. Y nunca se trajo a ninguna mujer que no conocíéramos. Igualmente, si hubiera tenido algo, las sirvientas se habrían enterado, no lo dude. Y al final, desgraciadamente, toda la información acaba llegando a mi, por lo que es improbable que ellas le digan algo más respecto al tema.
- No creo que los tiros vayan por ahí de todos modos, Pereiro. - dijo Spinello mientras inundaba de humo la habitación.
- No podemos dejar de lado ninguna posibilidad de todos modos, general. Bien, creo que debería echar un vistazo al despacho de Ruibobille antes de comenzar con el interrogatorio. Puede volver al salón, Spinello. Rufus, avise a mi ayudante y dígale que se reuna conmigo arriba.
Poco después de llegar al vestíbulo, Pereiro escuchó que llamaban a la puerta. Rufus apareció al instante, miró al detective buscando aprobación y abrió el portón de la entrada. Un joven alto y rubio entró a zancadas en la mansión y al ver a Pereiro se abalanzó sobre él.
- ¡¿Donde está mi hermano?! - chilló el joven Xabier Ruibobille.
Las llamas del gran salón alumbraban con fuerza y perfilaban la sombra de Joao A. Pereiro mientras caminaba en círculos, manos a la espalda, con la cabeza gacha y tarareando alguna especie de canción. Todos los invitados aguardaban y observaban al extraño personaje en su misterioso ritual. Spinello gruñó en más de una ocasión, seguido por las risotadas de su esposa, que conversaba en voz baja con Martha Mclovin.
Lockslo estaba tumbado en una de las butacas más cercanas a la chimenea con la mirada perdida en el fuego, bastante blanco y dando cabezadas violentas. Garcis y Kant seguían en el rincón de antes, acompañados ahora de Lucynella y Janson, la primera sentada en el brazo derecho de la butaca en la que estaba Garcis y el segundo en una butaca pegada a la pared, que dejaba su semblante a merced de las sombras. Las dos sirvientes de Ruibobille estaban formalmente sentadas en un par de sillas cerca de la puerta este del salón. Martina observaba con desagrado a las mujeres que hablaban en voz baja y Rosaline se sujetaba las manos para disimular que estaba temblando.
Rufus Piñavera y el doctor Daniels se encontraban cerca de Pereiro, ambos de pie y muy rígidos. Daniels se esforzaba por no mirar a ningún lugar de la sala y Rufus tenía los ojos cerrados, como si estuviera rezando. La princesa Noelesía recibió permiso del detective para cuidar de su marido en el cuarto de Rufus, a pesar de las protestas de Janson. Pereiro conocía especialmente bien a los De la Rouge y tenía una enorme corazonada sobre la inocencia de ambos en el asesinato. Por supuesto, había dejado claro a Noelesía que no podían abandonar el lugar hasta que se resolviera todo aquello. La aristócrata casi se desmayó al enterarse de la tragedia, y Joao ahora se preguntaba cual sería la impresión general del resto de invitados. Sabía casi a ciencia cierta que uno (o varios) de los presentes habían participado en el asesinato...y esa o esas personas conocían el porqué de la presencia del detective privado. Tenía que estar pendiente del más mínimo detalle, cómo buen experto del lenguaje verbal (si bien en el pasado había malinterpretado en numerosas ocasiones el lenguaje corporal de las mujeres y por ello se había llevado más de una bofetada) De todos modos, y por si acaso, solía preguntar a sus ayudantes sus impresiones para evitar que nada se le escapara. Antes de llegar al salón, llamó a su más fiel camarada en el gremio de detectives, Mannel Bifouf, también de métodos peculiares y extrambóticos pero con una reputación exquisita. Dos semanas atrás había vuelto de Bilbao y el portugués confiaba en que estuviera disponible.
Ahora, seguro de que llegaría en cualquier momento gracias al fin de la tormenta, tenía que comenzar a reunir pruebas y motivos, y lo más importante, tenía que asegurarse de que nadie se escapara.
- Señor Piñavera, ¿está seguro de que no falta nadie? - preguntó por tercera vez Pereiro.
- Si, señor. Están todos.
- Bien, en ese caso, no les haré esperar más. Esta noche se ha abalanzado sobre nosotros un suceso espantoso. Temo decirles que la fiesta puede darse por finalizada, ya que el anfitrión ha fallecido bajo fatales circunstancias, asesinado. Y sabemos que el autor del crimen se encuentra entre uno de ustedes...
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Varios días antes, en la mansión Ruibobille, Spinello y Alexander conversaban seriamente en el despacho del magnate. Spinello ojeaba un nuevo libro que le habían mandado a Alexander mientras se alisaba el bigote. Alexander daba vueltas por toda la sala, golpeándose continuamente la palma de la mano izquierda con una cuchara.
- Sigo sin entender que tiene que ver este libro con todo este asunto, Alexander.
- Me lo envió la persona que te he contado, la de los anónimos...Ahora estoy convencido totalmente de que lo sabe todo, no habría otra explicación. Viene a por mí, general...Y estoy seguro de que es alguien que conozco...
- ¿Y que piensas hacer?
- Aún no lo he decidido...Pero me gustaría contar con tu apoyo, más ahora que no creo que pueda confiar en nadie...
- ¿Sospechas de alguien en particular?
- Podría decirse que sí, pero no voy a adelantar acontecimientos. Sólo necesito una cosa, que vigiles mi casa unos días.
- Puedo mandarte a algunos hombres, sin duda. Pero puede que eso no solucione nada a largo plazo.
Ruibobille sonrió sombriamente, se le veía apesadumbrado y sin la energía de la que presumía de costumbre. Se paró y miró a Spinello directamente a los ojos.
- Tengo un plan. El que me manda esos anónimos acabará apareciendo tarde o temprano...
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Una hora más tarde, la agitación en la mansión de Ruibobille amainó. La noticia de la muerte de Alexander desembocó en una algarabía atronadora. Tras los primeros minutos, Pereiro aprovechó para dar una vuelta junto a Rufus por la mansión, confiando la vigilancia del salón en manos de Daniels, Janson y Pepelieu.
Piñavera y Pereiro recorrían los pasillos de camino al cuarto del mayordomo con paso silencioso. La luz de los candelabros brillaba con un ritmo fantasmagórico.
- No entiendo porqué confia en Daniels y Janson. Ellos podrían ser los asesinos tanto como cualquier otro.
- Ya lo sé, Piñavera. De hecho mis mayores sospechas están reservadas para ambos. Parecen ocultar algo. Por ello es importante dejar que se confien y ofrecerles la sensación de que están a salvo. Será mucho más fácil que cometan errores así que dejándoles claro que sospechamos de ellos.
Piñavera sonrió amargamente. - Supongo que el mismo método se me puede aplicar a mi, ¿no es así?
- No existe un método, Rufus. Usted por supuestísimo que también es sospechoso, por algo voy armado. - Pereiro le mostró el revolver que guardaba en el cinturón.
Una vez llegados a la habitación, fueron recibidos por Noelesía. De la Rouge dormía profundamente en la cama de Rufus. Al entrar al cuarto, el mayordomo hizo un ademán de no estar muy conforme con dejar alli a De la Rouge. Noelesia le dijo a Pereiro que si podían hablar a solas un momento. Rufus lo agradeció para aprovechar y poner un poco de orden en su habitación tras el lio montado al intentar trasladar al borracho.
- Que tragedia, Joao...que tragedia...
- Sin duda, princesa. No puedo expresar con palabras las ganas que tengo de atrapar al mal nacido que ha acabado con nuestro querido Alexander.
- No imaginamos que pueda ocurrir algo así a alguien que conocemos, hasta que ocurre. Pero, ¿quien querría acabar con el pobre Ruibobille? No era capaz ni de matar a una mosca. No conocía a mejor persona que Alexander.
- Incluso la gente buena guarda secretos, Noelesia. Y sin duda Alexander siempre ha guardado un gran número de ellos...Nunca he conocido a nadie más receloso y protector con su vida privada, y ni siquiera haciendo uso de mis artimañas he conseguido sonasacarle ninguna información...Así que tendré que interrogar a todos los que están aquí para ver si arrojan algo de luz sobre los oscuros secretos de Ruibobille...
- Es cierto que apenas contaba nada. Yo he llegado en varias ocasiones a sospechar que tenía una amante, pero poco más.
- ¿Una amante dices? Bueno, he de reconocer que hace mucho que no vengo por aquí, desconozco que tal han ido las conquistas de Alexander.
- Abiertamente nunca ha expresado nada, pero Paul decía que estaba con alguien, que se le notaba.
- Hmmm...entiendo. Una pena que Paul no esté demasiado disponible ahora mismo para preguntarle. ¿Algo más que hayas sospechado?
- No mucho más. Nunca noté nada demasiado raro en Alexander, si bien ultimamente se le veía mucho más apagado. Más me han preocupado sus sirvientas, que son unas ordinarias...
- Ehh, bueno. Pues no debería demorarme mucho más, princesa. No debo hacer esperar mucho más al resto de invitados.
- Ah, antes de que se me olvide, Joao...Esta es la razón por la que queria hablar contigo realmente. Debo reconocer que me puse muy nerviosa y paranoica cuando me dijiste que Alexander había sido asesinado. Mientras estaba en la habitación de Rufus busqué algún pañuelo en el cajón de su mesita de noche y no pude evitar fijarme en este papel. Puede que no sea nada, pero por si acaso yo te lo doy a ti. No me entiendas mal, pero es que me ha parecido sospechoso.
Noelesia le pasó el papel a Pereiro, sin dejar de mirar el pasillo como si los espiaran. Pereiro le echó un vistazo al trozo de papel, en el que estaban apuntados unos números:
47 32 24 61 96 34
- Gracias, Noelesia. - dijo sin llegar a estar demasiado convencido de que el arrebato detectivesco de la princesa fuera demasiado relevante.
Pereiro llamó a Rufus y ambos se encargaron de cerrar todas las puertas de la casa para evitar que nadie pudiera salir. Luego volvieron al salón, y Pereiro les dijo a Daniels, Janson y Spinello que se reunieran con él en la sala de billar.
Una vez todos alli, y con Pepelieu una vez más de vigia del salón, Pereiro habló con un tono mucho más jocoso del empleado hasta ahora.
- Bien, tengo intención de comenzar a interrogar en breve a todos los presentes. He descartado ya a los De la Rouge, debido al estado del primero y a una conversación que ya he mantenido con la princesa Noelesia. Me gustaría saber también si Mclovin se encuentra en condiciones de responder correctamente.
- Ha bebido bastante, como todos, pero se encuentra bien. - Contestó Spinello.
- De acuerdo. Queria empezar por vos, general, ya que tengo entendido que vino hace unos días para tratar un asunto personal con Alexander. ¿Podría contarnos de que se trata?
Spinello dio señales de estar alterado y algo cabreado. Miró a todos los presentes antes de contestar.
- ¿Y pretendes que lo diga con todos ellos aqui?
- Si no hay ningún problema, si. Me ayudan con la investigación y estoy casi seguro de que están fuera de sospecha. Los necesito aparte para refutar informaciones y oir más opiniones.
Spinello suspiró y se sentó sobre la mesa de billar. Cogió un puro y le costó un poco encontrar el encendedor.
- Supongo que ya no importa si lo cuento. Me llamó porque alguien le estaba mandando mensajes anónimos, amenazas. Me enseñó algunos de los mensajes, siguen en su despacho, en su caja fuerte, supongo. También le enviaron un libro. Los mensajes eran violentos, pero nunca llegué a pensar que...en fin, Ruibobille estaba nervioso, pero no parecía preocupado realmente porque alguien quisiera matarle. Me contó que tenía un plan y que queria que le ayudara a vigilar la casa, por si aparecia algún sospechoso por los alrededores...Antes de cenar volvimos a hablar, y parecia seguro de que quien le acosaba estaba hoy en la mansión...
Todos se miraron unos a otros. El detective se distrajo en mitad del discurso de Spinello. Algo le había llamado la atención.
- Rufus, ¿Sabes que es lo que guardaba exactamente Alexander en su caja fuerte?
- Creo que algunas facturas, el correo que le interesaba y su lista negra. Solía decir que la utilizaba unicamente para sus documentos y asi impedir que perdiera ninguno. Era algo desordenado y no quería que Rosaline le cambiara las cosas de sitio. Ahora que lo pienso...
- ¿Que ocurre? - dijo Pereiro
- Una mañana entré en el despacho y sorprendí a Rosaline mirando una carta del señor Ruibobille. No le dije nada al señor, pero sin duda le eché una buena bronca por cotilla. No creo que realmente tenga nada que ver con esto, tanto ella como Martina se meten siempre donde no las llaman, pero son buenas chicas.
- Hablaré con Rosaline igualmente, no se preocupe Rufus.
- Sigo sin creer que vaya a dejar a De la Rouge fuera del caso por las buenas, Pereiro. - dijo Janson aprovechando un momento de silencio. - Es tan sospechoso como cualquiera, e incluso puede que se haya hecho el borracho para no levantar sospechas. No olvidemos que él y Ruibobille no paraban de hacer apuestas.
- Tampoco tendriamos que olvidar que tú le debes bastante dinero de tus timbas de póquer, ¿verdad, Lewis? - contraatacó Daniels algo irritado por la acusación.
- No digas tonterias, Daniels. Sabes que hubiese preferido volver a jugar y recuperar mi dinero...No olvides que este es mi año. ¡Ah, casi lo olvido! Si me disculpan, debo ir a por unos medicamentos. En unas semanas viajo al amazonas y tengo que estar preparado. Volveré en unos momentos. ¿Me acompañas, Daniels? Puede que me haga falta tu ayuda.
- Pueden irse caballeros. Pero no olviden que tengo una charla pendiente con ambos.- dijo Pereiro serenamente.
Los hombres se marcharon silenciosamente, y Spinello resopló como si se hubiera quitado un peso de encima.
- No me fio de ellos, ragazzo. Dices que encontraron el cuerpo, pero parece como si fueran ellos el mayordomo. No te ofendas, Rufus. Daniels siempre ha tenido cara de pocos amigos, pero desde que entró por la puerta parecía fulminar a todo el mundo con su mirada. Janson encima se las da de inocente con su jerga de intelectual.
- Rufus, tengo entendido que madame Lecumlora no estaba en el salón cuando Janson y Daniels volvieron al lugar tras encontrar el cuerpo, ¿verdad? - dijo Pereiro como si no diera importancia a la opinión de Spinello.
- Creo que si, señor Pereiro. Pero tuvo que irse por la puerta este, ya que no la ví.
- ¿Puede explicarme que relación mantenía con Alexander, Rufus?
- Nada del otro mundo, si me permite decirlo, por si sospecha algo. Hace poco que la baronesa se divorció de su tercer marido, y siempre ha sido una mujer respetable, ya sabe, su fama la precede, más aún sabiendo que pertenece al imperio de los Lecumlora. Desconozco si el patrón sentía algo por ella, no soy igual de cotilla que las sirvientas, pero estoy seguro de que no tenian ningún tipo de relación más allá de la amistad.
- Pareces saber mucho, Rufus, para no ser un cotilla. - gruñó Spinello. - ¿Sospechas de Lecumlora, Pereiro?
- Un poco, si. Desde que la conozco me ha parecido siempre una dama muy misteriosa, demasiado quizá. Y su desaparición me tiene intrigado. Creo que será la primera con la que hable. Supongo que tampoco conocerá ningún romance que haya tenido Alexander en todo este tiempo, ¿no, Rufus?
- No, señor. No hablaba de temas personales. Y nunca se trajo a ninguna mujer que no conocíéramos. Igualmente, si hubiera tenido algo, las sirvientas se habrían enterado, no lo dude. Y al final, desgraciadamente, toda la información acaba llegando a mi, por lo que es improbable que ellas le digan algo más respecto al tema.
- No creo que los tiros vayan por ahí de todos modos, Pereiro. - dijo Spinello mientras inundaba de humo la habitación.
- No podemos dejar de lado ninguna posibilidad de todos modos, general. Bien, creo que debería echar un vistazo al despacho de Ruibobille antes de comenzar con el interrogatorio. Puede volver al salón, Spinello. Rufus, avise a mi ayudante y dígale que se reuna conmigo arriba.
Poco después de llegar al vestíbulo, Pereiro escuchó que llamaban a la puerta. Rufus apareció al instante, miró al detective buscando aprobación y abrió el portón de la entrada. Un joven alto y rubio entró a zancadas en la mansión y al ver a Pereiro se abalanzó sobre él.
- ¡¿Donde está mi hermano?! - chilló el joven Xabier Ruibobille.
Cerradura
Muchos días seguidos van ya con acumulación de sueño...Por una u otra cosa acabo saliendo y volviendo mínimo a las 3 de la mañana, lo que viene a significar levantarme a las 12 el día siguiente. Me lo estoy pasando bien, no lo niego, el tiempo pasa deprisa y ya queda menos para llegar a la mitad del verano...Pero cuidado.
Miro a través de la cerradura con una mezcla de miedo y curiosidad, volviendo a recuperar las ganas de abrir la puerta, aún cuando sé que está cerrada. Y acabo volviendo a la misma situación, en la que los deseos y la realidad chocan en una vorágine de locura.
Ni siquiera entiendo porqué sigo buscando una llave. Quizá sea por la belleza que observo a través de la cerradura, por toda la admiración que despierta en mí lo que veo y oigo cada vez que me acerco a ella. Y con los años esa misma puerta me renueva la curiosidad con intereses. Me retiro de nuevo con una sonrisa burlona en la cara. Y vuelvo a preguntarme el porqué de seguir jugando. Sea como sea, vuelvo a la soledad de mi mente para machacarme por mis infructuosas búsquedas en la luz de estos pasillos. Ya no soy capaz de diferenciar que es peor, estar solo o salir a contemplar estos escaparates sin dinero en los bolsillos...
Echo un vistazo alrededor y observo al resto de las puertas cerradas con indiferencia. La sensación de dèja vu me altera y me obliga a retroceder y salir corriendo. Correr y huir, sin objetivo ni destino, sin ningún pensamiento relevante surcando mis neuronas. Sólo quiero que el vacio me atrape y me aleje de todo dolor, para que el tiempo acabe limando mis odios y en circunstancias futuras todo el camino recorrido me ayude a tropezarme con alguna que otra llave. Estoy harto de encontrarme puertas cerradas en este hotel de pasillos interminables...Mejor recorrer los pasillos sin mirar las puertas por ahora...Y a lo mejor alguien se asomará al oir el ruido de mis pasos...
Miro a través de la cerradura con una mezcla de miedo y curiosidad, volviendo a recuperar las ganas de abrir la puerta, aún cuando sé que está cerrada. Y acabo volviendo a la misma situación, en la que los deseos y la realidad chocan en una vorágine de locura.
Ni siquiera entiendo porqué sigo buscando una llave. Quizá sea por la belleza que observo a través de la cerradura, por toda la admiración que despierta en mí lo que veo y oigo cada vez que me acerco a ella. Y con los años esa misma puerta me renueva la curiosidad con intereses. Me retiro de nuevo con una sonrisa burlona en la cara. Y vuelvo a preguntarme el porqué de seguir jugando. Sea como sea, vuelvo a la soledad de mi mente para machacarme por mis infructuosas búsquedas en la luz de estos pasillos. Ya no soy capaz de diferenciar que es peor, estar solo o salir a contemplar estos escaparates sin dinero en los bolsillos...
Echo un vistazo alrededor y observo al resto de las puertas cerradas con indiferencia. La sensación de dèja vu me altera y me obliga a retroceder y salir corriendo. Correr y huir, sin objetivo ni destino, sin ningún pensamiento relevante surcando mis neuronas. Sólo quiero que el vacio me atrape y me aleje de todo dolor, para que el tiempo acabe limando mis odios y en circunstancias futuras todo el camino recorrido me ayude a tropezarme con alguna que otra llave. Estoy harto de encontrarme puertas cerradas en este hotel de pasillos interminables...Mejor recorrer los pasillos sin mirar las puertas por ahora...Y a lo mejor alguien se asomará al oir el ruido de mis pasos...
viernes, 9 de julio de 2010
Cuestión de demanda
Al final, y sin tener consciencia de ello, hemos convertido el capitalismo en una religión. Una religión de rutinas y de sistematizaciones de vida. La lógica de la oferta y la demanda, de esta forma, se socializa expandiéndose por todos los ámbitos del entorno. Lo que importa pues en última instancia, es lo que se demanda generalmente, lo que la mayoria desea, industrializar los intereses y las necesidades y convertirlas en anhelos por costumbre. Y se deja para el final la moral o la ética, siempre con una buena excusa: se ofrece lo que se demanda, sea lo que sea. Una buena forma de expiar los pecados...
En un mundo capitalista la gente no es libre por mucho que lo crea. Somos esclavos del dinero, de él dependemos y debemos ajustar nuestros planes de futuro en torno al sistema monetario. Los ricos y los poderosos se esfuerzan por mantener el status quo y la clase media disfruta del ocio que les ofrecen los comercios y la publicidad, ambos grupos derrochando el dinero en ocasiones en elementos insustanciales. Mientras más se disfruta, menos preocupan los temas más relevantes, el peso de mantener un trabajo y pagar la manutención de tu calidad de vida se aligera y con quejarnos nuestra energía se calma. Los políticos hablan en las televisiones, dicen cosas pero demuestran poco. Se quejan de otros, emplean la retórica y los términos más ambiguos que puedan existir, se dan muchos porcentajes cuando lo importantes son los hechos y las personas detrás de los números. El factor humano se deja de lado en una sociedad basada en el capitalismo, donde lo que importan son las cifras. Las leyes se amoldan a los intereses de aquellos que se autonombran portavoces de la justicia y se acatan cómo factores inamovibles y dogmáticos...Cuando la realidad es que no vivimos en un mundo dogmático, ni mucho menos humano.
Creemos que tenemos las leyes y las normas, y en el fondo no manejamos nada. Es la nueva religión la que cree que lo domina todo, que no existe nada más y que todo funciona de la mejor forma posible....Cuando nada es perfecto, cuando nada funciona de la mejor manera y todo se puede mejorar, cuando no existen leyes perfectas e inamovibles, cuando los humanos no somos seres infinitos ni el centro del universo. Y actuamos continuamente como si lo fuéramos. Podemos reconocer todo lo que hemos logrado en la historia, pero nada de eso nos da verdaderos derechos ni poderes totales. Todos nacemos y morimos, y eso no lo decide ninguna normativa...
Todo es cuestión de demanda, y de falsa demanda. Hacer creer que algo se demanda y por lo tanto unirse a la marejada. La importancia de las modas y de la mímesis....La importancia del morbo...
Y ahora, a las 2 de la mañana, veo un debate sobre la educación que no se emite en otro horario porque los noticias del mundial han ocupado todo el tiempo...Es cuestión de demanda, al fin y al cabo, y es la demanda lo que determina que es lo importante, tanto en la sociedad cómo en el mundo de la información...Y si un país muerto de hambre resulta desagradable y por lo tanto no atrae al público, deja de ser importante. Porque aunque se pueda debatir de mil cosas y opinar de mil cosas, es la demanda la que elige los temas y salirte de los esquemas es perder atención y dinero...
Sin demanda no existe oferta, y sin oferta no hay pasta...Con lo cual, lo que diga la demanda, sea lo que sea, va a misa...
miércoles, 7 de julio de 2010
Nublados en Julio
Nada más levantarme oigo a mi madre entrando en casa con las bolsas de la compra anunciando sorprendida que estaba lloviendo. Mirando por la ventana uno se hace a la idea de que es normal, y viendo como están las cosas, yo ya ni me sorprendo.
Hace tanto tiempo, incluso, que no me sorprendo de nada, y todo lo veo posible, que me aburro tan sólo ya imaginando historias...Quizá eso explique mi última obsesión por ver películas con finales "sorprendentes" (según los foros que vigilo). Mi necesidad de explorar giros argumentales maestros se ha convertido en mi hobby favorito, siempre soñando con encontrar la perfecta obra ambientada en una mansión de una recóndita isla en la que suceden cosas extrañas...
Si llegáramos a conseguir un lugar para el corto de Ruibobille, sería el puntazo que me haría falta. Hasta ahora he contemplado dos alocadas posibilidades, si bien no es viable ninguna de ellas...La mansión de Gines es perfecta para el papel protagonista, siempre con el aspecto de lugar muerto y abandonado (y empiezo a dudar de que nadie viva allí ultimamente). Si al menos hubiera un timbre para llamar...Porras...La otra posibilidad se antoja más posible dentro de mis ilusos porcentajes, tratándose de una casona cerca de la casa de Dani Espinosa. Al menos confiemos en que tenga timbre...
Ahora se ha levantado mi hermano sentenciando: "Dios, que mierda de día..."Sea quien sea el que hoy haya decidido hacer una barbacoa, enhorabuena.
Y pensar que ayer me fui a correr a las 8 tragándome todo el calor y hoy las temperaturas son más favorables...(Si no cambian) Por si acaso lo mejor es preguntarle a mi abuela(sí, mi abuela que normalmente en Julio viene a pasar unos días en casa), que por unas razones o por otras siempre acierta con el tiempo y con los resultados futbolísticos (a ver, no dice números, sino que equipo va a ganar, lo que no suele ayudar mucho si quieres hacer porras...Una lástima...) Ayer dijo que el tiempo de hoy sería malillo, y ya van unas 20 veces que acierta para los días nublados...
Hace tanto tiempo, incluso, que no me sorprendo de nada, y todo lo veo posible, que me aburro tan sólo ya imaginando historias...Quizá eso explique mi última obsesión por ver películas con finales "sorprendentes" (según los foros que vigilo). Mi necesidad de explorar giros argumentales maestros se ha convertido en mi hobby favorito, siempre soñando con encontrar la perfecta obra ambientada en una mansión de una recóndita isla en la que suceden cosas extrañas...
Si llegáramos a conseguir un lugar para el corto de Ruibobille, sería el puntazo que me haría falta. Hasta ahora he contemplado dos alocadas posibilidades, si bien no es viable ninguna de ellas...La mansión de Gines es perfecta para el papel protagonista, siempre con el aspecto de lugar muerto y abandonado (y empiezo a dudar de que nadie viva allí ultimamente). Si al menos hubiera un timbre para llamar...Porras...La otra posibilidad se antoja más posible dentro de mis ilusos porcentajes, tratándose de una casona cerca de la casa de Dani Espinosa. Al menos confiemos en que tenga timbre...
Ahora se ha levantado mi hermano sentenciando: "Dios, que mierda de día..."Sea quien sea el que hoy haya decidido hacer una barbacoa, enhorabuena.
Y pensar que ayer me fui a correr a las 8 tragándome todo el calor y hoy las temperaturas son más favorables...(Si no cambian) Por si acaso lo mejor es preguntarle a mi abuela(sí, mi abuela que normalmente en Julio viene a pasar unos días en casa), que por unas razones o por otras siempre acierta con el tiempo y con los resultados futbolísticos (a ver, no dice números, sino que equipo va a ganar, lo que no suele ayudar mucho si quieres hacer porras...Una lástima...) Ayer dijo que el tiempo de hoy sería malillo, y ya van unas 20 veces que acierta para los días nublados...
viernes, 2 de julio de 2010
Canciones fuera de lo convencional...(5)
Close your eyes
I know it all seems like we're losing our minds
We got shampoo and warfare all over the headlines
I know it's all hype and violence we see
And they never seem to mention the likes of you and me
I know it seems like we're losing our minds,
and things ain't gonna get better
I know it seems like we're losing our minds,
but we can't change this, it's just the way it is
Close your eyes, it's all just noises in your head
Close your eyes, it's all just noises in your head
You and her can move mountains
All you give, but he can't buy
And the danger keeps on coming,
but it's alright 'cuz we got each other
I know it seems like we're losing our minds,
and things ain't gonna get better
I know it seems like we're losing our minds,
but we can't change this, it's just the way it is
Close your eyes, it's all just noises in your head
Close your eyes, it's all just noises in your head
Close your eyes, it's all just noises in your head
Close your eyes, it's all just noises in your head
It's all just noises in your head
It's all just...
It's all just noises in your head
It's all just...
I know it all seems like we're losing our minds
We got shampoo and warfare all over the headlines
I know it's all hype and violence we see
And they never seem to mention the likes of you and me
I know it seems like we're losing our minds,
and things ain't gonna get better
I know it seems like we're losing our minds,
but we can't change this, it's just the way it is
Close your eyes, it's all just noises in your head
Close your eyes, it's all just noises in your head
You and her can move mountains
All you give, but he can't buy
And the danger keeps on coming,
but it's alright 'cuz we got each other
I know it seems like we're losing our minds,
and things ain't gonna get better
I know it seems like we're losing our minds,
but we can't change this, it's just the way it is
Close your eyes, it's all just noises in your head
Close your eyes, it's all just noises in your head
Close your eyes, it's all just noises in your head
Close your eyes, it's all just noises in your head
It's all just noises in your head
It's all just...
It's all just noises in your head
It's all just...
jueves, 1 de julio de 2010
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