lunes, 19 de julio de 2010

Cluedo (4º parte)

4. La investigación


Las llamas del gran salón alumbraban con fuerza y perfilaban la sombra de Joao A. Pereiro mientras caminaba en círculos, manos a la espalda, con la cabeza gacha y tarareando alguna especie de canción. Todos los invitados aguardaban y observaban al extraño personaje en su misterioso ritual. Spinello gruñó en más de una ocasión, seguido por las risotadas de su esposa, que conversaba en voz baja con Martha Mclovin.

Lockslo estaba tumbado en una de las butacas más cercanas a la chimenea con la mirada perdida en el fuego, bastante blanco y dando cabezadas violentas. Garcis y Kant seguían en el rincón de antes, acompañados ahora de Lucynella y Janson, la primera sentada en el brazo derecho de la butaca en la que estaba Garcis y el segundo en una butaca pegada a la pared, que dejaba su semblante a merced de las sombras. Las dos sirvientes de Ruibobille estaban formalmente sentadas en un par de sillas cerca de la puerta este del salón. Martina observaba con desagrado a las mujeres que hablaban en voz baja y Rosaline se sujetaba las manos para disimular que estaba temblando.

Rufus Piñavera y el doctor Daniels se encontraban cerca de Pereiro, ambos de pie y muy rígidos. Daniels se esforzaba por no mirar a ningún lugar de la sala y Rufus tenía los ojos cerrados, como si estuviera rezando. La princesa Noelesía recibió permiso del detective para cuidar de su marido en el cuarto de Rufus, a pesar de las protestas de Janson. Pereiro conocía especialmente bien a los De la Rouge y tenía una enorme corazonada sobre la inocencia de ambos en el asesinato. Por supuesto, había dejado claro a Noelesía que no podían abandonar el lugar hasta que se resolviera todo aquello. La aristócrata casi se desmayó al enterarse de la tragedia, y Joao ahora se preguntaba cual sería la impresión general del resto de invitados. Sabía casi a ciencia cierta que uno (o varios) de los presentes habían participado en el asesinato...y esa o esas personas conocían el porqué de la presencia del detective privado. Tenía que estar pendiente del más mínimo detalle, cómo buen experto del lenguaje verbal (si bien en el pasado había malinterpretado en numerosas ocasiones el lenguaje corporal de las mujeres y por ello se había llevado más de una bofetada) De todos modos, y por si acaso, solía preguntar a sus ayudantes sus impresiones para evitar que nada se le escapara. Antes de llegar al salón, llamó a su más fiel camarada en el gremio de detectives, Mannel Bifouf, también de métodos peculiares y extrambóticos pero con una reputación exquisita. Dos semanas atrás había vuelto de Bilbao y el portugués confiaba en que estuviera disponible.

Ahora, seguro de que llegaría en cualquier momento gracias al fin de la tormenta, tenía que comenzar a reunir pruebas y motivos, y lo más importante, tenía que asegurarse de que nadie se escapara.

- Señor Piñavera, ¿está seguro de que no falta nadie? - preguntó por tercera vez Pereiro.

- Si, señor. Están todos.

- Bien, en ese caso, no les haré esperar más. Esta noche se ha abalanzado sobre nosotros un suceso espantoso. Temo decirles que la fiesta puede darse por finalizada, ya que el anfitrión ha fallecido bajo fatales circunstancias, asesinado. Y sabemos que el autor del crimen se encuentra entre uno de ustedes...

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Varios días antes, en la mansión Ruibobille, Spinello y Alexander conversaban seriamente en el despacho del magnate. Spinello ojeaba un nuevo libro que le habían mandado a Alexander mientras se alisaba el bigote. Alexander daba vueltas por toda la sala, golpeándose continuamente la palma de la mano izquierda con una cuchara.

- Sigo sin entender que tiene que ver este libro con todo este asunto, Alexander.

- Me lo envió la persona que te he contado, la de los anónimos...Ahora estoy convencido totalmente de que lo sabe todo, no habría otra explicación. Viene a por mí, general...Y estoy seguro de que es alguien que conozco...

- ¿Y que piensas hacer?

- Aún no lo he decidido...Pero me gustaría contar con tu apoyo, más ahora que no creo que pueda confiar en nadie...

- ¿Sospechas de alguien en particular?

- Podría decirse que sí, pero no voy a adelantar acontecimientos. Sólo necesito una cosa, que vigiles mi casa unos días.

- Puedo mandarte a algunos hombres, sin duda. Pero puede que eso no solucione nada a largo plazo.

Ruibobille sonrió sombriamente, se le veía apesadumbrado y sin la energía de la que presumía de costumbre. Se paró y miró a Spinello directamente a los ojos.

- Tengo un plan. El que me manda esos anónimos acabará apareciendo tarde o temprano...

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Una hora más tarde, la agitación en la mansión de Ruibobille amainó. La noticia de la muerte de Alexander desembocó en una algarabía atronadora. Tras los primeros minutos, Pereiro aprovechó para dar una vuelta junto a Rufus por la mansión, confiando la vigilancia del salón en manos de Daniels, Janson y Pepelieu.

Piñavera y Pereiro recorrían los pasillos de camino al cuarto del mayordomo con paso silencioso. La luz de los candelabros brillaba con un ritmo fantasmagórico.

- No entiendo porqué confia en Daniels y Janson. Ellos podrían ser los asesinos tanto como cualquier otro.

- Ya lo sé, Piñavera. De hecho mis mayores sospechas están reservadas para ambos. Parecen ocultar algo. Por ello es importante dejar que se confien y ofrecerles la sensación de que están a salvo. Será mucho más fácil que cometan errores así que dejándoles claro que sospechamos de ellos.

Piñavera sonrió amargamente. - Supongo que el mismo método se me puede aplicar a mi, ¿no es así?

- No existe un método, Rufus. Usted por supuestísimo que también es sospechoso, por algo voy armado. - Pereiro le mostró el revolver que guardaba en el cinturón.

Una vez llegados a la habitación, fueron recibidos por Noelesía. De la Rouge dormía profundamente en la cama de Rufus. Al entrar al cuarto, el mayordomo hizo un ademán de no estar muy conforme con dejar alli a De la Rouge. Noelesia le dijo a Pereiro que si podían hablar a solas un momento. Rufus lo agradeció para aprovechar y poner un poco de orden en su habitación tras el lio montado al intentar trasladar al borracho.

- Que tragedia, Joao...que tragedia...

- Sin duda, princesa. No puedo expresar con palabras las ganas que tengo de atrapar al mal nacido que ha acabado con nuestro querido Alexander.

- No imaginamos que pueda ocurrir algo así a alguien que conocemos, hasta que ocurre. Pero, ¿quien querría acabar con el pobre Ruibobille? No era capaz ni de matar a una mosca. No conocía a mejor persona que Alexander.

- Incluso la gente buena guarda secretos, Noelesia. Y sin duda Alexander siempre ha guardado un gran número de ellos...Nunca he conocido a nadie más receloso y protector con su vida privada, y ni siquiera haciendo uso de mis artimañas he conseguido sonasacarle ninguna información...Así que tendré que interrogar a todos los que están aquí para ver si arrojan algo de luz sobre los oscuros secretos de Ruibobille...

- Es cierto que apenas contaba nada. Yo he llegado en varias ocasiones a sospechar que tenía una amante, pero poco más.

- ¿Una amante dices? Bueno, he de reconocer que hace mucho que no vengo por aquí, desconozco que tal han ido las conquistas de Alexander.

- Abiertamente nunca ha expresado nada, pero Paul decía que estaba con alguien, que se le notaba.

- Hmmm...entiendo. Una pena que Paul no esté demasiado disponible ahora mismo para preguntarle. ¿Algo más que hayas sospechado?

- No mucho más. Nunca noté nada demasiado raro en Alexander, si bien ultimamente se le veía mucho más apagado. Más me han preocupado sus sirvientas, que son unas ordinarias...

- Ehh, bueno. Pues no debería demorarme mucho más, princesa. No debo hacer esperar mucho más al resto de invitados.

- Ah, antes de que se me olvide, Joao...Esta es la razón por la que queria hablar contigo realmente. Debo reconocer que me puse muy nerviosa y paranoica cuando me dijiste que Alexander había sido asesinado. Mientras estaba en la habitación de Rufus busqué algún pañuelo en el cajón de su mesita de noche y no pude evitar fijarme en este papel. Puede que no sea nada, pero por si acaso yo te lo doy a ti. No me entiendas mal, pero es que me ha parecido sospechoso.

Noelesia le pasó el papel a Pereiro, sin dejar de mirar el pasillo como si los espiaran. Pereiro le echó un vistazo al trozo de papel, en el que estaban apuntados unos números:

47 32 24 61 96 34

- Gracias, Noelesia. - dijo sin llegar a estar demasiado convencido de que el arrebato detectivesco de la princesa fuera demasiado relevante.

Pereiro llamó a Rufus y ambos se encargaron de cerrar todas las puertas de la casa para evitar que nadie pudiera salir. Luego volvieron al salón, y Pereiro les dijo a Daniels, Janson y Spinello que se reunieran con él en la sala de billar.

Una vez todos alli, y con Pepelieu una vez más de vigia del salón, Pereiro habló con un tono mucho más jocoso del empleado hasta ahora.

- Bien, tengo intención de comenzar a interrogar en breve a todos los presentes. He descartado ya a los De la Rouge, debido al estado del primero y a una conversación que ya he mantenido con la princesa Noelesia. Me gustaría saber también si Mclovin se encuentra en condiciones de responder correctamente.

- Ha bebido bastante, como todos, pero se encuentra bien. - Contestó Spinello.

- De acuerdo. Queria empezar por vos, general, ya que tengo entendido que vino hace unos días para tratar un asunto personal con Alexander. ¿Podría contarnos de que se trata?

Spinello dio señales de estar alterado y algo cabreado. Miró a todos los presentes antes de contestar.

- ¿Y pretendes que lo diga con todos ellos aqui?

- Si no hay ningún problema, si. Me ayudan con la investigación y estoy casi seguro de que están fuera de sospecha. Los necesito aparte para refutar informaciones y oir más opiniones.

Spinello suspiró y se sentó sobre la mesa de billar. Cogió un puro y le costó un poco encontrar el encendedor.

- Supongo que ya no importa si lo cuento. Me llamó porque alguien le estaba mandando mensajes anónimos, amenazas. Me enseñó algunos de los mensajes, siguen en su despacho, en su caja fuerte, supongo. También le enviaron un libro. Los mensajes eran violentos, pero nunca llegué a pensar que...en fin, Ruibobille estaba nervioso, pero no parecía preocupado realmente porque alguien quisiera matarle. Me contó que tenía un plan y que queria que le ayudara a vigilar la casa, por si aparecia algún sospechoso por los alrededores...Antes de cenar volvimos a hablar, y parecia seguro de que quien le acosaba estaba hoy en la mansión...

Todos se miraron unos a otros. El detective se distrajo en mitad del discurso de Spinello. Algo le había llamado la atención.

- Rufus, ¿Sabes que es lo que guardaba exactamente Alexander en su caja fuerte?

- Creo que algunas facturas, el correo que le interesaba y su lista negra. Solía decir que la utilizaba unicamente para sus documentos y asi impedir que perdiera ninguno. Era algo desordenado y no quería que Rosaline le cambiara las cosas de sitio. Ahora que lo pienso...

- ¿Que ocurre? - dijo Pereiro

- Una mañana entré en el despacho y sorprendí a Rosaline mirando una carta del señor Ruibobille. No le dije nada al señor, pero sin duda le eché una buena bronca por cotilla. No creo que realmente tenga nada que ver con esto, tanto ella como Martina se meten siempre donde no las llaman, pero son buenas chicas.

- Hablaré con Rosaline igualmente, no se preocupe Rufus.

- Sigo sin creer que vaya a dejar a De la Rouge fuera del caso por las buenas, Pereiro. - dijo Janson aprovechando un momento de silencio. - Es tan sospechoso como cualquiera, e incluso puede que se haya hecho el borracho para no levantar sospechas. No olvidemos que él y Ruibobille no paraban de hacer apuestas.

- Tampoco tendriamos que olvidar que tú le debes bastante dinero de tus timbas de póquer, ¿verdad, Lewis? - contraatacó Daniels algo irritado por la acusación.

- No digas tonterias, Daniels. Sabes que hubiese preferido volver a jugar y recuperar mi dinero...No olvides que este es mi año. ¡Ah, casi lo olvido! Si me disculpan, debo ir a por unos medicamentos. En unas semanas viajo al amazonas y tengo que estar preparado. Volveré en unos momentos. ¿Me acompañas, Daniels? Puede que me haga falta tu ayuda.

- Pueden irse caballeros. Pero no olviden que tengo una charla pendiente con ambos.- dijo Pereiro serenamente.

Los hombres se marcharon silenciosamente, y Spinello resopló como si se hubiera quitado un peso de encima.

- No me fio de ellos, ragazzo. Dices que encontraron el cuerpo, pero parece como si fueran ellos el mayordomo. No te ofendas, Rufus. Daniels siempre ha tenido cara de pocos amigos, pero desde que entró por la puerta parecía fulminar a todo el mundo con su mirada. Janson encima se las da de inocente con su jerga de intelectual.

- Rufus, tengo entendido que madame Lecumlora no estaba en el salón cuando Janson y Daniels volvieron al lugar tras encontrar el cuerpo, ¿verdad? - dijo Pereiro como si no diera importancia a la opinión de Spinello.

- Creo que si, señor Pereiro. Pero tuvo que irse por la puerta este, ya que no la ví.

- ¿Puede explicarme que relación mantenía con Alexander, Rufus?

- Nada del otro mundo, si me permite decirlo, por si sospecha algo. Hace poco que la baronesa se divorció de su tercer marido, y siempre ha sido una mujer respetable, ya sabe, su fama la precede, más aún sabiendo que pertenece al imperio de los Lecumlora. Desconozco si el patrón sentía algo por ella, no soy igual de cotilla que las sirvientas, pero estoy seguro de que no tenian ningún tipo de relación más allá de la amistad.

- Pareces saber mucho, Rufus, para no ser un cotilla. - gruñó Spinello. - ¿Sospechas de Lecumlora, Pereiro?

- Un poco, si. Desde que la conozco me ha parecido siempre una dama muy misteriosa, demasiado quizá. Y su desaparición me tiene intrigado. Creo que será la primera con la que hable. Supongo que tampoco conocerá ningún romance que haya tenido Alexander en todo este tiempo, ¿no, Rufus?

- No, señor. No hablaba de temas personales. Y nunca se trajo a ninguna mujer que no conocíéramos. Igualmente, si hubiera tenido algo, las sirvientas se habrían enterado, no lo dude. Y al final, desgraciadamente, toda la información acaba llegando a mi, por lo que es improbable que ellas le digan algo más respecto al tema.

- No creo que los tiros vayan por ahí de todos modos, Pereiro. - dijo Spinello mientras inundaba de humo la habitación.

- No podemos dejar de lado ninguna posibilidad de todos modos, general. Bien, creo que debería echar un vistazo al despacho de Ruibobille antes de comenzar con el interrogatorio. Puede volver al salón, Spinello. Rufus, avise a mi ayudante y dígale que se reuna conmigo arriba.

Poco después de llegar al vestíbulo, Pereiro escuchó que llamaban a la puerta. Rufus apareció al instante, miró al detective buscando aprobación y abrió el portón de la entrada. Un joven alto y rubio entró a zancadas en la mansión y al ver a Pereiro se abalanzó sobre él.

- ¡¿Donde está mi hermano?! - chilló el joven Xabier Ruibobille.

2 comentarios:

  1. GRANDE...qué digo grande, GRANDIOSO!!!!!!!!!


    Necesito unas 700 paginas de esta historia Bobillo!

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  2. Me ha gustado mucho!XDXD sigue sigue k de esto te voy a hacer yo la mayor historia cinematográfica jamás filmada!XDDDDD

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