Soy el resultado de sueños que jamás desaparecieron y desilusiones que resquebrajan el alma
lunes, 27 de junio de 2011
lunes, 20 de junio de 2011
Máscaras
Ahh...no suficiente con saber que el insomnio me visitaría esta noche...Y van y vuelven los mosquitos. Suficiente un par de picaduras para desvelarse y saltar de la cama. Abro el portatil y, como suele pasarme a estas horas, me pongo sensiblero.
Sensiblero, que es como yo llamo a ese afán espiritual, esa necesidad imperiosa de volcarme en palabras. Porque, acabo de caer en la cuenta, no solo del retorno de esos malditos chupadores de sangre, sino también de que llevo puesta una pedazo de máscara. Es increible que por un tiempo casi ni me acordara. Al menos hasta que el peso ha comenzado a ser notable.
Todos llevamos máscaras, a estas alturas es base natural y antropológica claramente reconocible. Pero la mía, podría decir que es especial...
Es especial porque esta blindada. Y con el tiempo he dejado de notar hasta el frio en la cara. Es esto hacerse mayor...¿Es esto hacerse mayor? ¿Sustituir lo que llamabas alma por una suerte de trozo de plástico artificial?
Ilusiones, ilusiones, ilusiones...Hacerse mayor es igual a que estas desaparezcan, cayendo una a una, cada vez duele menos. Hasta que un día deja de doler...
Pero no puede ser así. Esta forma de jugar con mi propia alma...Exponiéndome al daño casi queriendo, de forma experimental, encontrándolo casi divertido porque no siento nada al respecto (o es que no quiero ver que siento algo)
Por supuesto la máscara puede caer. Lo gracioso es que ahora mismo, es lo último que deseo.
Todos usamos grandes máscaras que nos envuelven. No hablo de máscaras preconstruidas, hablo de como somos normalmente. Porque en el fondo no somos como nos comportamos. Y la prueba es que me quito la máscara al escribir. Quisiera también quitármela al hablar con gente cara a cara, pero se hace dificil si ves que ellos la tienen puesta, o más bien pegada a la cara con varios cerrojos.
Quizá es porque somos torrentes de sentimientos que no podemos ni sabemos controlar. Quizá es porque las emociones nos engañan, los anhelos se transforman en espejismos y queremos amoldarnos a lo que se nos pone delante. Somos animales de costumbres y comodidades, al fin y al cabo. También somos animales egoistas, que lo queremos todo, en un mundo en el que inevitablemente hay que elegir. Y aguantarse si no puedes tener algo.
Si nos liberásemos de nuestras máscaras, cuanto lloraríamos, cuanto reiríamos, cuanto diríamos...Y de cuanto nos arrepentiríamos. Porque las emociones vienen y van, el cariño viene y va, el amor viene y va.
Por eso me duele escuchar ciertas cosas. Por eso no digo las cosas a la ligera. Porque las emociones vienen y van...Porque no se pueden soltar las cosas así como así. Porque no puedes decir un "te quiero" asi porque si...
....yo necesito sentirlo. Y raramente respondo a palabras de cariño con otra cosa que no sea bordería. Es un efecto automático de la máscara. Me fio más de los actos, sobre todo de los pequeños, y de los que se repiten. Esos te dejan claro como es una persona, y no las grandes puntualidades de la euforía, la rabia o la tristeza...Y nos cuesta darnos cuenta, porque lo miramos todo, y todo el rato, no nos fijamos en los detalles, no metemos lupas en nuestros bolsillos antes de salir de casa, absorbemos rapidamente y con prisa. Es curioso, es así como nos perdemos grandes cosas.
Y es curioso, que de tanto rechazar actos de cariño,(al menos de considerarlos como actos a tener en cuenta) he dejado de saber diferenciar los reales de los ficticios.
Será que me hago mayor, que evito las cursiladas (y no es que siempre lo consiga, maldita sea...) y que me baso en el paradigma del recelo. Cuando un perro recibe palos, acaba mordiendo a cualquiera. No he llegado a ese punto, obviamente, es solo un ejemplo. Si me acarician también me faltaría poco para dejarme llevar otra vez...Por eso no te puedes dejar llevar por las emociones. Te la juegan.
Por eso me gusta la máscara...No te hace más fuerte, pero lo pareces. No evita que seas débil, pero lo amortiguas. Nos permite llevar la vida mejor, a pesar de que no lo podemos tener todo. Es eso dejar de ser niños, ¿no? Comprender que no podemos tenerlo todo, no podemos patalear si las cosas no salen como queremos.
Pero tampoco puedes dejar de ilusionarte, ni luchar contra eso. ¿Ves? No puedes tenerlo todo, asi que no puedes evitar ilusionarte y ser feliz de vez en cuando. No puedes tener todo lo malo pero no puedes renunciar tampoco a lo bueno.
Y en esto nos movemos. Una tragicomedia sin fin....
Son ya las 3 de la madrugada. No se han ido ni los mosquitos, ni a vuelto el sueño. No dejo de pensar en el ser humano, en una idea abstracta de ser humano más que en mí mismo. Y en las máscaras...y el gran peligro de mirar a través de ellas...
Sensiblero, que es como yo llamo a ese afán espiritual, esa necesidad imperiosa de volcarme en palabras. Porque, acabo de caer en la cuenta, no solo del retorno de esos malditos chupadores de sangre, sino también de que llevo puesta una pedazo de máscara. Es increible que por un tiempo casi ni me acordara. Al menos hasta que el peso ha comenzado a ser notable.
Todos llevamos máscaras, a estas alturas es base natural y antropológica claramente reconocible. Pero la mía, podría decir que es especial...
Es especial porque esta blindada. Y con el tiempo he dejado de notar hasta el frio en la cara. Es esto hacerse mayor...¿Es esto hacerse mayor? ¿Sustituir lo que llamabas alma por una suerte de trozo de plástico artificial?
Ilusiones, ilusiones, ilusiones...Hacerse mayor es igual a que estas desaparezcan, cayendo una a una, cada vez duele menos. Hasta que un día deja de doler...
Pero no puede ser así. Esta forma de jugar con mi propia alma...Exponiéndome al daño casi queriendo, de forma experimental, encontrándolo casi divertido porque no siento nada al respecto (o es que no quiero ver que siento algo)
Por supuesto la máscara puede caer. Lo gracioso es que ahora mismo, es lo último que deseo.
Todos usamos grandes máscaras que nos envuelven. No hablo de máscaras preconstruidas, hablo de como somos normalmente. Porque en el fondo no somos como nos comportamos. Y la prueba es que me quito la máscara al escribir. Quisiera también quitármela al hablar con gente cara a cara, pero se hace dificil si ves que ellos la tienen puesta, o más bien pegada a la cara con varios cerrojos.
Quizá es porque somos torrentes de sentimientos que no podemos ni sabemos controlar. Quizá es porque las emociones nos engañan, los anhelos se transforman en espejismos y queremos amoldarnos a lo que se nos pone delante. Somos animales de costumbres y comodidades, al fin y al cabo. También somos animales egoistas, que lo queremos todo, en un mundo en el que inevitablemente hay que elegir. Y aguantarse si no puedes tener algo.
Si nos liberásemos de nuestras máscaras, cuanto lloraríamos, cuanto reiríamos, cuanto diríamos...Y de cuanto nos arrepentiríamos. Porque las emociones vienen y van, el cariño viene y va, el amor viene y va.
Por eso me duele escuchar ciertas cosas. Por eso no digo las cosas a la ligera. Porque las emociones vienen y van...Porque no se pueden soltar las cosas así como así. Porque no puedes decir un "te quiero" asi porque si...
....yo necesito sentirlo. Y raramente respondo a palabras de cariño con otra cosa que no sea bordería. Es un efecto automático de la máscara. Me fio más de los actos, sobre todo de los pequeños, y de los que se repiten. Esos te dejan claro como es una persona, y no las grandes puntualidades de la euforía, la rabia o la tristeza...Y nos cuesta darnos cuenta, porque lo miramos todo, y todo el rato, no nos fijamos en los detalles, no metemos lupas en nuestros bolsillos antes de salir de casa, absorbemos rapidamente y con prisa. Es curioso, es así como nos perdemos grandes cosas.
Y es curioso, que de tanto rechazar actos de cariño,(al menos de considerarlos como actos a tener en cuenta) he dejado de saber diferenciar los reales de los ficticios.
Será que me hago mayor, que evito las cursiladas (y no es que siempre lo consiga, maldita sea...) y que me baso en el paradigma del recelo. Cuando un perro recibe palos, acaba mordiendo a cualquiera. No he llegado a ese punto, obviamente, es solo un ejemplo. Si me acarician también me faltaría poco para dejarme llevar otra vez...Por eso no te puedes dejar llevar por las emociones. Te la juegan.
Por eso me gusta la máscara...No te hace más fuerte, pero lo pareces. No evita que seas débil, pero lo amortiguas. Nos permite llevar la vida mejor, a pesar de que no lo podemos tener todo. Es eso dejar de ser niños, ¿no? Comprender que no podemos tenerlo todo, no podemos patalear si las cosas no salen como queremos.
Pero tampoco puedes dejar de ilusionarte, ni luchar contra eso. ¿Ves? No puedes tenerlo todo, asi que no puedes evitar ilusionarte y ser feliz de vez en cuando. No puedes tener todo lo malo pero no puedes renunciar tampoco a lo bueno.
Y en esto nos movemos. Una tragicomedia sin fin....
Son ya las 3 de la madrugada. No se han ido ni los mosquitos, ni a vuelto el sueño. No dejo de pensar en el ser humano, en una idea abstracta de ser humano más que en mí mismo. Y en las máscaras...y el gran peligro de mirar a través de ellas...
viernes, 17 de junio de 2011
Presente y pasado
En cualquier momento la cabeza chispea y una imagen olvidada vuelve. ¿Realmente es ese fragmento una parte de tí? ¿Lo fue?
Se hace raro recordar esta misma época, un año atrás. Como cambia todo en un año, vertiginosamente, absurdamente. Las cosas cambian y a veces ni te das cuenta, las páginas avanzan lentamente y a la vez te sorprenden tramposamente con espinosa rapidez.
Una rueda que gira y gira, sin cesar, sin final. Y esto ocurre, y aquello y eso otro tambien. Y esto cambia por aqui, y... ¡eh! esto se vuelve a repetir...
¿Y cual es la moraleja de cada final? Solo aparece otro extraño principio. Hasta que la mente se seca y ves hasta donde te han llevado los acontecimientos...bueno, te han llevado por extraños caminos, situaciones complejas y experimentos atípicos...
Quizás todo sirva para entender que al final, tan sólo deseo una vida normal...
Ponderación...Equilibrio...¿Podría decidirme por una ruta intermedia sin renunciar a nada?
Cada vez me parece más imposible. Y el pasado está ahí, para recordármelo. Cierto triunfo albergo con respecto a lo que he dejado atrás. Y la ilusión de un luminoso futuro me permite olvidar el pasado...Aunque vuelve a ratos.
Este blog ya tiene un año de vida. Empezó gracias a la ilusión de alguien que se fue, lo continuo por las ilusiones de quienes siguen por aquí...
Se hace raro recordar esta misma época, un año atrás. Como cambia todo en un año, vertiginosamente, absurdamente. Las cosas cambian y a veces ni te das cuenta, las páginas avanzan lentamente y a la vez te sorprenden tramposamente con espinosa rapidez.
Una rueda que gira y gira, sin cesar, sin final. Y esto ocurre, y aquello y eso otro tambien. Y esto cambia por aqui, y... ¡eh! esto se vuelve a repetir...
¿Y cual es la moraleja de cada final? Solo aparece otro extraño principio. Hasta que la mente se seca y ves hasta donde te han llevado los acontecimientos...bueno, te han llevado por extraños caminos, situaciones complejas y experimentos atípicos...
Quizás todo sirva para entender que al final, tan sólo deseo una vida normal...
Ponderación...Equilibrio...¿Podría decidirme por una ruta intermedia sin renunciar a nada?
Cada vez me parece más imposible. Y el pasado está ahí, para recordármelo. Cierto triunfo albergo con respecto a lo que he dejado atrás. Y la ilusión de un luminoso futuro me permite olvidar el pasado...Aunque vuelve a ratos.
Este blog ya tiene un año de vida. Empezó gracias a la ilusión de alguien que se fue, lo continuo por las ilusiones de quienes siguen por aquí...
martes, 14 de junio de 2011
Economía sumergida (1)
Miguel solía beber vodka, no por gusto, más bien por costumbre. Y así funcionaba con casi todo, por costumbre. Él creía que su debilidad era aceptar toda apuesta...aunque en realidad tenía muchas más, y no era esa la prioritaria.
Me gustaba echar el rato con Miguel de vez en cuando. Es una de esas personas con las que nunca te aburres. Mil historias que contar, mil ideas brillantes que proponer. Algunas además de brillantes eran infames. Y eso, unido a su facilidad de enfrentar apuestas, y su dudoso sentido del honor, que lo arroja a cumplirlas, nos llevó a pasarnos de la ralla...
No estoy justificando a Miguel, menos aún preparando alguna especie de excusa. Aún menos excusa tengo yo mismo. Sabíamos lo que hacíamos, aceptamos los riesgos. Puede que una pizca de orgullo juvenil también acentuara nuestra locura.
Y aquí estamos, en el garito de siempre, sin ser los de siempre. La tesitura había tomado un curso ni por asomo previsto en mis humildes proyectos de carrera. Pasé de ser un pringado más de camino al oscuro e incierto futuro laboral (más bien al paro) a representar un meloso papel en un juego estúpido sin garantías de éxito. Puede que el miedo a la crisis me llevara a aceptar el proyecto de Miguel, la maldita incertidumbre por un futuro que ni siquiera creía mío...Qué demonios, en el fondo seguimos siendo niños con 23 años de edad.
- ¿En que piensas, oh Gabriel? - Miguel anunció su llegada a nuestro rincón dando la nota, para variar, en parte por ser su habitual forma de ser, en parte para destacar delante de su nueva amiga, a la que había invitado a salir esa noche a última hora. Algo que no me habría molestado si me hubiese avisado. Así llamaría a mi novia y no actuaría de toca-violines.
- Deja de llamarme así, imbecil. - Él sabía que estaba un poco mosqueado, pero le reí la gracia casi sin poder evitarlo. Se portó bien y me invitó a un trago, que trajo de la barra mientras yo esperaba en el sofá de cuero rojo para evitar que nos quitaran el sitio. Lo hacía para compensar que nuestra reunión de dos pasara a ser de tres, y para preparar un poco el terreno con la chica mientras esperaba que les sirvieran las copas. Tonto no era. Miguel tenía el don del ajedrecista, analizaba las situaciones y buscaba múltiples beneficios en una misma jugada. Siempre, a veces diria que lo hacía sin darse cuenta. Un maldito bastardo...
- ¿No es ese tu nombre? - preguntó aquella incómoda invitada con cierta timidez, en parte con la intención de romper un poco el hielo conmigo. Cambié el gesto casi de pronto, tampoco quería convertirme en el malo de la peli. Miguel me debería una, y lo cumpliria. Por eso somos amigos. Pasé en cuestión de segundos al estado de amigo encantador.
- Me llamo Ángel... - dije manteniendo aún las distancias. No sabía tampoco como comportarme con ella, Miguel no me había dejado claras sus intenciones con la chica. De todos modos tenía que reconocer que era de bastante nivel para él: Muy guapa, una cascada de pelo dorado, ojos azul oscuro, rostro redondeado de porcelana, modosita vistiendo pero atractiva... Miguel tiene carisma, con eso se lleva muchos amigos pero pocas nueces. Pero también era un caradura. Y con eso si que se llevaba a algunas mujeres a la cama de vez en cuando. Solía explicarlo con sorna y una absurda teoría que tildaba de científica: "Define tus puntos fuertes y concéntrate en ellos. Y si no tienes te los inventas. Con el tiempo eso se convertiría en tu punto fuerte."
- Ah, ya veo. - dijo la chica sonriendo ampliamente. Más guapa me pareció entonces. Miguel sonreía triunfante. Parecía tener bastante asegurada su conquista.
- A todo esto, no os he presentado formalmente. Gabriel, ella es Aurora. - Me levanté para darle dos besos y volví a mi sitio. Estaba sentado solo en el cómodo sofá de dos plazas, Miguel estaba en el de enfrente y Aurora sentada en una butaca entre ambos. En el centro estaba la pequeña mesa redonda negra dónde tantas veces se habían apoyado copas y papeles para apuntar ideas. Como era miércoles, el bar estaba tranquilo.
- Bueno, ¿y como has tenido la mala suerte de conocer a mi querido amigo Miguel? -Aurora se echó a reir, mirando de reojo, y notoriamente sonrojada, a Miguel.
- Vino a una fiesta que hicimos en mi piso, nos presentó mi compañera, que es amiga de ambos. Me dijo que le gustaban los juegos de cartas y echamos algunas rondas al poquér. Me hizo apostar que saldría con él si perdía.
- Vaya cosa... - Miré a mi amigo con clara expresión de estar pensando, "menudo cabron".
- No pienses mal...Perdió él. - Aurora volvió a reir con buen humor, que encima era contagioso.
- Cuando se acabó la fiesta, se acercó y me dio su número. ¿Te lo puedes creer? - alardeó Miguel haciéndose el sorprendido.
La velada se alargó mas de la cuenta. Aurora resultó ser, además de hermosa, ingeniosa y magnética. Aquello unido a las ocurrencias de Miguel y a mi virtud (mas estimada de lo que yo pensaba) de escuchar y aportar un poco de sentido común con simpatía, desembocó en una conversación eterna que casi nos obligó a cerrar el bar. Me gustó aquella chica. Menos mal que estaba felizmente ennoviado con un tesoro como Nerea...que si no me veía a espadazo limpio compitiendo por ella.
Miguel y yo nos despedimos de Aurora cerca del portal de su piso, a escasos metros de nuestro bar, por afortunada casualidad. Saltaron chispas entre ellos al decirse adios, eso estaba muy claro desde fuera. Pero acababan de conocerse, y por mucha fachada que aparentara mi amigo, yo sabía que en el fondo era un blando enamoradizo al que le temblaban las manos delante de una chica que le gustara si no se las agarraba. No necesitaba que me lo dijera, Miguel se había quedado pillado por aquella tía. Y como para no hacerlo.
El largo camino a casa, pasando por el querido metro, fue silencioso. Estábamos algo cansados, yo hasta ronco de tanto reir. La complicidad que a veces compartíamos nos hacía aún más íntimos, fuera de toda coña. Podíamos estar en silencio, aún asi sabíamos que pensaba el otro a grandes rasgos.
Al bajarse en su parada, Miguel sonrió y bostezó con forzado cansancio. Le di una fuerte palmada en la espalda y se despidió con un "ya hablaremos" y una cara maliciosa.
En el resto del trayecto, pensé en el día que conocí a Nerea. También pensé en el día que conocí a Miguel...
Puede que parezcamos tipos normales, que compartimos cierta amistad y algunas confidencias. Pero Miguel y yo hace poco iniciamos cierto proyecto...un tanto ilegal. Muchas ideas puedes surgir como estupideces que se sueltan en momentos puntuales y que luego, por diferentes motivos, pueden comenzar a sonar coherentes...
Podría decir que fue así como surgió nuestro negocio sumergido. Acabábamos de dejar la facultad, pero seguíamos visitándola asiduamente. ¿El negocio? Puede parecer una tontería, pero no nos iba mal. La verdad es que nos lo habíamos montado de escándalo. Nos ganamos en menos de un mes unos 3000 euros netos haciendo exámenes por otros, y cobrando por ello. Si, puede que haya sido un pequeño desliz no comentarlo antes...Somos unos putos cracks del estudio. Y como decía Miguel, hay que aprovechar los puntos fuertes...Parece una tonteria, de esas que al contarlas nadie se creería. O que si alguien la cuenta suena a típica leyenda urbana...A nosotros eso nos interesaba, desde luego...
Me gustaba echar el rato con Miguel de vez en cuando. Es una de esas personas con las que nunca te aburres. Mil historias que contar, mil ideas brillantes que proponer. Algunas además de brillantes eran infames. Y eso, unido a su facilidad de enfrentar apuestas, y su dudoso sentido del honor, que lo arroja a cumplirlas, nos llevó a pasarnos de la ralla...
No estoy justificando a Miguel, menos aún preparando alguna especie de excusa. Aún menos excusa tengo yo mismo. Sabíamos lo que hacíamos, aceptamos los riesgos. Puede que una pizca de orgullo juvenil también acentuara nuestra locura.
Y aquí estamos, en el garito de siempre, sin ser los de siempre. La tesitura había tomado un curso ni por asomo previsto en mis humildes proyectos de carrera. Pasé de ser un pringado más de camino al oscuro e incierto futuro laboral (más bien al paro) a representar un meloso papel en un juego estúpido sin garantías de éxito. Puede que el miedo a la crisis me llevara a aceptar el proyecto de Miguel, la maldita incertidumbre por un futuro que ni siquiera creía mío...Qué demonios, en el fondo seguimos siendo niños con 23 años de edad.
- ¿En que piensas, oh Gabriel? - Miguel anunció su llegada a nuestro rincón dando la nota, para variar, en parte por ser su habitual forma de ser, en parte para destacar delante de su nueva amiga, a la que había invitado a salir esa noche a última hora. Algo que no me habría molestado si me hubiese avisado. Así llamaría a mi novia y no actuaría de toca-violines.
- Deja de llamarme así, imbecil. - Él sabía que estaba un poco mosqueado, pero le reí la gracia casi sin poder evitarlo. Se portó bien y me invitó a un trago, que trajo de la barra mientras yo esperaba en el sofá de cuero rojo para evitar que nos quitaran el sitio. Lo hacía para compensar que nuestra reunión de dos pasara a ser de tres, y para preparar un poco el terreno con la chica mientras esperaba que les sirvieran las copas. Tonto no era. Miguel tenía el don del ajedrecista, analizaba las situaciones y buscaba múltiples beneficios en una misma jugada. Siempre, a veces diria que lo hacía sin darse cuenta. Un maldito bastardo...
- ¿No es ese tu nombre? - preguntó aquella incómoda invitada con cierta timidez, en parte con la intención de romper un poco el hielo conmigo. Cambié el gesto casi de pronto, tampoco quería convertirme en el malo de la peli. Miguel me debería una, y lo cumpliria. Por eso somos amigos. Pasé en cuestión de segundos al estado de amigo encantador.
- Me llamo Ángel... - dije manteniendo aún las distancias. No sabía tampoco como comportarme con ella, Miguel no me había dejado claras sus intenciones con la chica. De todos modos tenía que reconocer que era de bastante nivel para él: Muy guapa, una cascada de pelo dorado, ojos azul oscuro, rostro redondeado de porcelana, modosita vistiendo pero atractiva... Miguel tiene carisma, con eso se lleva muchos amigos pero pocas nueces. Pero también era un caradura. Y con eso si que se llevaba a algunas mujeres a la cama de vez en cuando. Solía explicarlo con sorna y una absurda teoría que tildaba de científica: "Define tus puntos fuertes y concéntrate en ellos. Y si no tienes te los inventas. Con el tiempo eso se convertiría en tu punto fuerte."
- Ah, ya veo. - dijo la chica sonriendo ampliamente. Más guapa me pareció entonces. Miguel sonreía triunfante. Parecía tener bastante asegurada su conquista.
- A todo esto, no os he presentado formalmente. Gabriel, ella es Aurora. - Me levanté para darle dos besos y volví a mi sitio. Estaba sentado solo en el cómodo sofá de dos plazas, Miguel estaba en el de enfrente y Aurora sentada en una butaca entre ambos. En el centro estaba la pequeña mesa redonda negra dónde tantas veces se habían apoyado copas y papeles para apuntar ideas. Como era miércoles, el bar estaba tranquilo.
- Bueno, ¿y como has tenido la mala suerte de conocer a mi querido amigo Miguel? -Aurora se echó a reir, mirando de reojo, y notoriamente sonrojada, a Miguel.
- Vino a una fiesta que hicimos en mi piso, nos presentó mi compañera, que es amiga de ambos. Me dijo que le gustaban los juegos de cartas y echamos algunas rondas al poquér. Me hizo apostar que saldría con él si perdía.
- Vaya cosa... - Miré a mi amigo con clara expresión de estar pensando, "menudo cabron".
- No pienses mal...Perdió él. - Aurora volvió a reir con buen humor, que encima era contagioso.
- Cuando se acabó la fiesta, se acercó y me dio su número. ¿Te lo puedes creer? - alardeó Miguel haciéndose el sorprendido.
La velada se alargó mas de la cuenta. Aurora resultó ser, además de hermosa, ingeniosa y magnética. Aquello unido a las ocurrencias de Miguel y a mi virtud (mas estimada de lo que yo pensaba) de escuchar y aportar un poco de sentido común con simpatía, desembocó en una conversación eterna que casi nos obligó a cerrar el bar. Me gustó aquella chica. Menos mal que estaba felizmente ennoviado con un tesoro como Nerea...que si no me veía a espadazo limpio compitiendo por ella.
Miguel y yo nos despedimos de Aurora cerca del portal de su piso, a escasos metros de nuestro bar, por afortunada casualidad. Saltaron chispas entre ellos al decirse adios, eso estaba muy claro desde fuera. Pero acababan de conocerse, y por mucha fachada que aparentara mi amigo, yo sabía que en el fondo era un blando enamoradizo al que le temblaban las manos delante de una chica que le gustara si no se las agarraba. No necesitaba que me lo dijera, Miguel se había quedado pillado por aquella tía. Y como para no hacerlo.
El largo camino a casa, pasando por el querido metro, fue silencioso. Estábamos algo cansados, yo hasta ronco de tanto reir. La complicidad que a veces compartíamos nos hacía aún más íntimos, fuera de toda coña. Podíamos estar en silencio, aún asi sabíamos que pensaba el otro a grandes rasgos.
Al bajarse en su parada, Miguel sonrió y bostezó con forzado cansancio. Le di una fuerte palmada en la espalda y se despidió con un "ya hablaremos" y una cara maliciosa.
En el resto del trayecto, pensé en el día que conocí a Nerea. También pensé en el día que conocí a Miguel...
Puede que parezcamos tipos normales, que compartimos cierta amistad y algunas confidencias. Pero Miguel y yo hace poco iniciamos cierto proyecto...un tanto ilegal. Muchas ideas puedes surgir como estupideces que se sueltan en momentos puntuales y que luego, por diferentes motivos, pueden comenzar a sonar coherentes...
Podría decir que fue así como surgió nuestro negocio sumergido. Acabábamos de dejar la facultad, pero seguíamos visitándola asiduamente. ¿El negocio? Puede parecer una tontería, pero no nos iba mal. La verdad es que nos lo habíamos montado de escándalo. Nos ganamos en menos de un mes unos 3000 euros netos haciendo exámenes por otros, y cobrando por ello. Si, puede que haya sido un pequeño desliz no comentarlo antes...Somos unos putos cracks del estudio. Y como decía Miguel, hay que aprovechar los puntos fuertes...Parece una tonteria, de esas que al contarlas nadie se creería. O que si alguien la cuenta suena a típica leyenda urbana...A nosotros eso nos interesaba, desde luego...
miércoles, 8 de junio de 2011
A veces es mejor no decir nada...
Con algunas cosas tarde o temprano acabas quemado. Y lo sabes, sabes que no hay solución cuando se producen ciertos choques. Puedes esforzarte por dejarlo pasar, por no darle importancia, por centrarte en otras cosas. Pero en el fondo sabes que le das importancia...
¿Y? A la mierda con eso. No tengo por qué aguantar ciertas actitudes. No se trata de exigir, no puedes evitar que la gente sea como es. Tampoco pueden exigirte nada. Y no esta mal que de vez en cuando se tengan en cuenta los comportamientos y se actúe en consecuencia.
Que para pasarlo bien no hace falta perder el respeto y estar haciendo gilipolleces todo el rato. Soy el primero que se comporta como un payaso. Pero a veces reflexiono...no siempre estoy orgulloso de mi propio comportamiento.
Habrá que cambiar algunos hábitos. No porque esté bien o porque esté mal, es cuestión de ser como se quiere ser.
Repito, que cada uno haga lo que quiera, pero que se atenga a las consecuencias. No creo en las reglas, pero si en las consecuencias. Y en que la gente debe pagar por sus errores...
A veces es mejor no decir nada....¿Quién soy yo para juzgar a nadie? Si quieren mi opinión, vale. Soy el primero en cometer errores y en tener miles de defectos y prejuicios. Pero eso es problema mio, al igual que mi deseo de pulir esos fallos.
Somos quienes somos, no podemos contentar a todos ni ser los protagonistas de la clase o los más populares. Y no porque no seamos buenas personas, desgraciadamente eso suele tener poco que ver. Pero ese es otro universo de reflexiones y debates.
¿Mi opinión? En el aire, ya ni siquiera tengo claro que pensar...
¿Y? A la mierda con eso. No tengo por qué aguantar ciertas actitudes. No se trata de exigir, no puedes evitar que la gente sea como es. Tampoco pueden exigirte nada. Y no esta mal que de vez en cuando se tengan en cuenta los comportamientos y se actúe en consecuencia.
Que para pasarlo bien no hace falta perder el respeto y estar haciendo gilipolleces todo el rato. Soy el primero que se comporta como un payaso. Pero a veces reflexiono...no siempre estoy orgulloso de mi propio comportamiento.
Habrá que cambiar algunos hábitos. No porque esté bien o porque esté mal, es cuestión de ser como se quiere ser.
Repito, que cada uno haga lo que quiera, pero que se atenga a las consecuencias. No creo en las reglas, pero si en las consecuencias. Y en que la gente debe pagar por sus errores...
A veces es mejor no decir nada....¿Quién soy yo para juzgar a nadie? Si quieren mi opinión, vale. Soy el primero en cometer errores y en tener miles de defectos y prejuicios. Pero eso es problema mio, al igual que mi deseo de pulir esos fallos.
Somos quienes somos, no podemos contentar a todos ni ser los protagonistas de la clase o los más populares. Y no porque no seamos buenas personas, desgraciadamente eso suele tener poco que ver. Pero ese es otro universo de reflexiones y debates.
¿Mi opinión? En el aire, ya ni siquiera tengo claro que pensar...
lunes, 6 de junio de 2011
Despedida triunfal
Queda menos de un mes para que se acabe mi cuarto año de carrera. ¿Impresión? Un paseo con más sinsabores que otra cosa. Aunque no iba a molestarme en tonterias. Se acabó eso de asistir a todas las clases que no me aportaban nada...Y este segundo cuatrimestre he anulado toda posibilidad de estrés. ¿Para que iba estresarme por asignaturas tan solo por aprobar si no van a servirme de nada? Estudio, sacaré lo que tenga que sacar, pero no van a robarme más tiempo del que estoy dispuesto a cederles.
A estas alturas valoro otra clase de cosas, y a cada año que pasa más me guio por mis instintos que por lo convencionalmente correcto. No sé a donde demonios me llevan mis movimientos. A veces me paro y vuelvo a imaginarme a mi mismo tal y como quiero ser, recupero esa idea. Y debería centrarme en eso. Y aprender lo que quiero aprender.
Este verano empezaré a escribir algo gordo, para liberar todas mis ideas en contra de todo lo absurdo que impera en el orden social y cultural.
Me despido de un año que he vivido a mi manera, sin subordinarme a miedos estúpidos. Un triunfo relativo, personal. Ahora va siendo el momento de centrar mis esfuerzos donde realmente quiero. Donde tengo algo que ganar.
Y no centrarse en el vacío de miradas corrientes.
A estas alturas valoro otra clase de cosas, y a cada año que pasa más me guio por mis instintos que por lo convencionalmente correcto. No sé a donde demonios me llevan mis movimientos. A veces me paro y vuelvo a imaginarme a mi mismo tal y como quiero ser, recupero esa idea. Y debería centrarme en eso. Y aprender lo que quiero aprender.
Este verano empezaré a escribir algo gordo, para liberar todas mis ideas en contra de todo lo absurdo que impera en el orden social y cultural.
Me despido de un año que he vivido a mi manera, sin subordinarme a miedos estúpidos. Un triunfo relativo, personal. Ahora va siendo el momento de centrar mis esfuerzos donde realmente quiero. Donde tengo algo que ganar.
Y no centrarse en el vacío de miradas corrientes.
miércoles, 1 de junio de 2011
Para que lo tengas presente
Despiertas un día y algo falla en el mecanismo. La lógica tira al camino de siempre, el alma busca escondrijos y rutas alternativas. Sabes que algo ha cambiado, aunque tardas más en darte cuenta. También depende de que quieras darte cuenta.
Algunas piezas del motor cambian y evitas las carreteras sin salida, por mucho que te atraigan las vistas de un precipicio en el que no te espera nadie. Pero no puedo evitar reconocer que las cartas me han jugado una mala pasada. Que menos que reconocer que es gracioso: Sentir que lo que buscas te está vedado desde el principio, sin que se pueda hacer nada.
El mecanismo evoluciona, no sabes si para bien o para mal. Toca concentrarse y "estudiar", toca enfocarse y distanciarse de lo que puede hacerte daño.
Y es algo que nunca terminas de aprender, por mucho que cambien las piezas. Sabes que debes huir de ciertas cosas porque no puedes engancharte a ellas.
Para que lo tengas presente, un mareo es pasajero. Yo sigo buscando a esa chica que se preocupe para que me tome una aspirina. Y en ocasiones solo basta una mirada para descubrir a alguien así. Y si no lo ves...Nothing to do here!
Algunas piezas del motor cambian y evitas las carreteras sin salida, por mucho que te atraigan las vistas de un precipicio en el que no te espera nadie. Pero no puedo evitar reconocer que las cartas me han jugado una mala pasada. Que menos que reconocer que es gracioso: Sentir que lo que buscas te está vedado desde el principio, sin que se pueda hacer nada.
El mecanismo evoluciona, no sabes si para bien o para mal. Toca concentrarse y "estudiar", toca enfocarse y distanciarse de lo que puede hacerte daño.
Y es algo que nunca terminas de aprender, por mucho que cambien las piezas. Sabes que debes huir de ciertas cosas porque no puedes engancharte a ellas.
Para que lo tengas presente, un mareo es pasajero. Yo sigo buscando a esa chica que se preocupe para que me tome una aspirina. Y en ocasiones solo basta una mirada para descubrir a alguien así. Y si no lo ves...Nothing to do here!
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