sábado, 2 de julio de 2011

Diafragma

Recuerdo a un chaval de 12 o 13 años que lloraba porque no tenía amigos de verdad. Recuerdo que se esforzaba por sentirse integrado, pero su vida en el instituto solo estaba plagada de bromas de mal gusto y faltas de respeto...

Recuerdo que ese chaval no era mala gente, era más bien una persona normal que quería lo mismo que cualquier otra persona normal.

Recuerdo el día que ese chaval se fracturó en dos.


Una fractura multiple que comenzó a su vez a dividirse con el paso de los años. Pero recuerdo las dos posturas de origen, más marcadas que las demás...

Nos define lo que pasamos, nuestras experiencias y nuestro entorno. El chaval consiguió cosas muy buenas con el paso del tiempo. Pero también se perdió otras tantas.

Es demasiado complejo un solo ser humano, prever en lo que se va a convertir atendiendo a lo que le va pasando a lo largo de los años. Podemos cerrar o abrir el diafragma y dejar escapar o retener nuestras emociones ocultas: nuestros miedos de niños, nuestros fantasmas de la adolescencia, nuestros sentimientos enfrascados y grabados a fuego en archivos de memoria que se enfrían mientras nos vamos oxidando...

Pero no se puede evitar, una persona se define por lo que ha vivido. Y por lo que no. Las acciones son otra cosa. Nada justifica que hagamos o no algo de forma definitiva, eso nunca.


Recuerdo a un chaval que era feliz con saber que tenía un par de amigos...

Hoy miro atrás pero no veo a ese crio por ningún lado. Quizá se hartó de esperar cosas de quien no debía, quizá se hartó de promesas vanas y de saber que todo es pasajero. Quizá no quiso creerlo, y se marchó. Y se inventó una historia...Una historia en la que nadie podría hacerle daño. Una historia en la que solo los que le demostraban algo tendrían derecho a algo, aunque él quisiera darle algo a otros. Una historia en la que ni siquiera sus propios familiares conseguirian que se sintiera culpable por no ir a verles cuando ellos tampoco hacían lo mismo...Una historia en la que el diafragma se abriría y cerraría cuando él quisiera, y no porque otros se lo ordenaran.

De esa historia...surgí yo.

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