domingo, 24 de julio de 2011

Más allá del bien y del mal...

Nacemos y ya nos encontramos sumidos en un esquema fabricado y programado a lo largo de los siglos, un programa que algunos llaman "educación".

El programa nos socializa, más que enseñarnos. Nos convierte en agentes sociales dentro de nuestra cultura, nos enseña a movernos entre el resto de seres humanos. Pero se dejan mucho de lo básico por el camino.

Lo básico, valga la ironia, es quizás lo más complejo. Lo que más rapidamente se capta y lo que nunca se llega a aceptar completamente hasta el final de nuestros días. La verdad es más simple que todo lo que nos esforzamos en aprender, todo lo que nos metemos en la cabeza y que acaba conformando nuestras complejas existencias.

Existencia y muerte. Esas son las dos caras de la realidad. Y dentro de todo ser vivo, la necesidad de supervivencia, la necesidad de alargar el periodo de existencia y atrasar el inevitable final. Aunque la muerte nos una a todos, y todos seamos iguales de cara al perecimiento.

Nada más nacer, lo primero que afloran son los miedos, y nacer implica morir algún día. Aquí tambien surge el sentimiento de la injusticia. Millones de niños mueren cotidianamente en quíen sabe donde, muchas mujeres son violadas y asesinadas aquí y allá por diferentes razones, lujuriosas o étnicas, o simplemente razones surgidas de la ira y la violencia más primitivas.

La injusticia es inevitable a su vez, por el mero hecho de que todos estamos condenados a morir aunque nuestro instinto nos impulse a sobrevivir. Lo normal para conseguir que la vida no sea un infierno, para conseguir que nuestros tormentos y la inevitabilidad de la injusticia no aplaste las ganas de vivir, es la ilusión. Ilusión por todo aquello que nos hace disfrutar, por los deseos que se pueden obtener, por los logros y las victorias. Ilusión por un mundo mejor, justo, dentro de nuestras cabezas. Esa ilusión nos permite vivir, y acabamos pensando que ese es el mundo que existe.

Pero, oh, pobres ilusos, aquellos que se dejen irradiar por toda esa luz sin atender a la oscuridad de sus propias almas. En todo ser vivo reside la oscuridad. No el mal, puesto que el mal es el resultado de obrar, de tomar decisiones y actuar con intención de dañar a los demás. Utilizo aqui la oscuridad y la luz como conceptos muy diferentes del bien y el mal. Porque al igual que la muerte, la oscuridad no se puede evitar. Todos somos envidiosos, todos somos egoistas, todos buscamos obtener beneficios sin que nos importe realmente el beneficio ajeno. Incluso al preocuparnos de los demás satisfacemos una necesidad "propia" y egoista, una necesidad trasladada a nuestro mundo iluminado de ilusiones, mundo del que sacamos conceptos como el amor o la amistad. Preocuparnos por otros es tambien signo de querer o saber que sacaremos algo de ellos. No nos preocupamos por cualquiera, es esa la principal prueba.

Oscuridad...En un mundo donde lo real es que nos pisoteemos unos a otros, en una sociedad capitalista de mercado donde los que interesa y parece importar es la imagen, física y social, aunque por supuesto no todo el mundo pueda permitirse ascender (por millones de razones, la económica la principal, seguida del atractivo físico...)

Luz...Ayudarnos los unos a los otros, para huir de la realidad odiosa, de nuestra propia naturaleza, precisamente por el anhelo de que todo funcione mejor.

Pero no cambiaremos las bases por mucho que queramos. En toda persona existen sentimientos negativos, sentimientos reprimidos que intentamos ocultar, empujar al fondo. Porque la educación y la programación nos dicen que esos sentimientos están mal y hay que ser bueno con el prójimo...

Pero lo que importan aqui son la decisiones que tomamos, porque los sentimientos y las necesidades naturales de todo ser humano no se pueden retener sin que eso nos afecte de forma negativa. La represión es sinonimo de acrecentar la oscuridad, de confundir a una persona hasta que no sea capaz de discernir y acabe siendo capaz de cualquier cosa por comer o mantener a su familia, por probar cosas nuevas o alcanzar el éxito.

El mal surge cuando cedemos a nuestros deseos más oscuros y optamos por la vía rápida, la que se aprovecha de los otros, la que los engaña, la que los daña, pasando por encima de ellos para alcanzar nuestras metas, aunque estas en el fondo sean insignificantes...¿O acaso no existe nada más relativo que la fama y la ilusión de orgullo y ambición?

El bien nos permite superar la oscuridad que reside en todos nosotros para, sin renunciar a nuestros deseos, tomar el camino del esfuerzo, el camino que ayuda a los demás para que nos ayuden a nosotros, el camino de la luz...

Y el resto es irrelevante. Todos los siglos de historia, todos los conceptos inventados por las personas, todas las ideologias y sistemas sociales, todos los partidos políticos, todos los bandos, todos los paises o todas las religiones. El ser humano es nuestra única ideologia, el ser humano y el entorno que nos rodea, el mundo en el que vivimos y del que deberiamos realmente aprender. Y aprender a ser autosuficientes y apreciar el valor del trabajo para poder subsistir.

A veces no nos quedará mas remedio que enfrentarnos a otros...Muchas veces tendremos que aguantarnos si algo no es como queremos...Porque el mundo es injusto, y debemos aceptar la oscuridad. Eso es madurar y no ser un crio que llora y patalea por no tener el juguete (existiendo personas adultas que se comportan así, millones y millones...) Madurar y comprender que si te caes te levantas y continuas. Que nadie tiene porqué regalarte nada o seguirte, y que al final, si quieres seguir tienes que aprender a valerte solo, y si no te gusta, te aguantas...

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