Debido a algunas insistencias sobre la continuación, aqui ofrezco la siguiente parte...¡más paranoica que la primera y añadiendo más misterio! xDDD
2. La cena
El tiempo fuera de Almanzora empeoraba por momentos. Los truenos acompañaban las voces y las risas de los que estaban refugiados en la mansión. Rufus comenzó a indicarles su sitio para sentarse en el comedor. Mclovin volvió a hacer el mismo chiste que siempre: "Espero que mi sopa no esté envenenada, querido amigo magnate..." Ruibobille asentía con sorna y le constestaba que si quisiera matarle, lo haría con bastante más discreción. Casi todos los invitados sabian que Lockslo Mclovin era alérgico a la cebolla, más que nada porque una vez Martina, la segunda criada y cocinera de Ruibobille, agregó un poco de la susodicha en el menú distraida por una bronca de narices con su novio. En aquella ocasión, Mclovin solo le dio un ligero sorbo a la sopa, y varios segundos después, se puso completamente rojo, se levantó y comenzó a gritar mil y un disparates. El profesor Kant, muy devoto de las observaciones y por lo tanto la mayoria de las veces silencioso, llegó a apuntar en su libreta de cuentas algunos de los improperios que Mclovin soltó aquella ruidosa noche. Ruibobille no prestó demasiada atención, porque aquel descuido le había hecho perder puntos contra De la Rouge y se dedicaba entonces a gritarle a Martina delante de todos en el comedor (basicamente para dar por sentado que él no tuvo nada que ver directamente con el incidente...) Desde entonces, Kant suele repasar en la sobremesa de las cenas algunas de las blasfemias de Mclovin durante el ataque. Ejemplos como alguna especie de insulto que creía propio de las tribus con las que se relacionaba Lockslo, que sonaba literalmente como algo así:"!Que trolazooo!" ; o monocordes de sonidos guturales pausados con el sonido de la vocal A.
Ruibobille y De la Rouge salieron un momento para buscar a Janson y a Daniels, si bien todos sabían que lo que querían era estar solos para discutir sobre la marcha de su apuesta. La princesa Noelesía, que nunca llegó a rebelar su verdadera procedencia (si bien Lecumlora la tildaba de rusa mínimo...), siempre soltaba risas chillonas cuando hablaba de la apuesta de su marido con Ruibobille.
-¡Estos hombres! Siempre tan polémicos y enfrentados...
- Si le soy sincero, madame, siempre echo de menos las batidas de caza o los concursos de esgrima que organizaban en el pasado los Ruibobille y los De la Rouge. Sus malditas apuestas de ahora son de nenazas. - rió Mclovin mientras su esposa le daba un puntapié por soltar ordinarieces.
- Estoy de acuerdo con Mclovin, el dinero en nuestro caso va y viene, y no nos supone una verdadera amenaza...Las apuestas deberían ser más arriesgadas para otorgar verdadera emoción... - El profesor William G. Garcis se unió con su voz de intranscendencia y condescendencia típicos. Fumaba algo en su pipa rojiza mientras sacaba una bolsita y la ponía sobre la mesa.
- Esto, queridos comensales, son hierbas de la selva del Honolulu, que guardan un ligero sabor a jungla mezclado con la dulce melodía de los guacamayos...
El silencio se hizo en torno a Garcis, si bien Mclovin se estaba riendo por lo bajo y Kant parecía apuntar algo en su libreta con muestras de gran interés en su rostro barbudo.
- ¡Estos hombres! - chilló de nuevo la princesa.
Ruibobille y De la Rouge charlaban pacificamente en la sala de billar, esperando la aparición de los dos fumadores, que se estaban retrasando. De la Rouge parecía risueño y poco interesado por la conversación sobre la apuesta.
- ¡Ah! Empezaba a echar de menos tu Whisky, Alexander. ¿Te he comentado que me afiliado a un nuevo club llamado "los ruiseñores de septiembre"?
- No...Y creo que no quiero más detalles...- Ruibobille parecia muy incómodo y tenía la mirada perdida.
- Vamos, vamos...No te preocupes por esa maldita apuesta. Mi mansión de Le Ventoise ahora tiene otros usos para mi imperio comercial que dedicarse a nuestras mofas. Estoy revolucionando el mundo de las conservas, amigo mio. Y no te imaginas todas las ganancias que se le pueden sacar a los enamorados por una habitación en invierno. ¿Te lo comenté, no? Los picaderos dan mucha pasta...No adivinarias nunca a que clase de instituciones les he reservado habitación para unos meses...y tampoco te creerias que dos personas bajo este techo disfrutaron en su día de una de mis confortables estancias...
Ruibobille pareció interesarse más por el último dato, pero se limitó a sonreir y a beber de su copa. Luego la dejó repentinamente. Habia bebido más que de costumbre...
Janson y Daniels aparecieron disculpándose por su tardanza. Los cuatro se encaminaron a la puerta pero Lewis cogió del brazo a Ruibobille y le pidió que hablaran un segundo.
- Qué, Lewis...¿Has estado interrogándolo por el asunto con Rosaline, no?
- Digamos que si...Pero eso no importa. Daniels me ha contado algo que me preocupa bastante, Alexander. Y unido a mis sospechas anteriores, creo que el señor doctor parece tener algunos motivos fraudulentos para abandonar el país...
- Estoy al tanto de la situación de Daniels...No te preocupes, es un exagerado. De sus malditas deudas me encargo yo y Spinello.
- No me refería solo a las deudas. Me ha dicho que quiere irse por motivos personales.
- Pues ya me he perdido. Daniels no suele hablar mucho de su vida privada. Pero vayamos al comedor, que nos están esperando. Luego interrogaremos al querido doctor para sacarle lo que le pasa. Con Mclovin reboloteando será coser y cantar. Ese maldito demonio le hace hablar a cualquiera...
Momentos después, la cena comenzaba...De primero había sopa de calabacines (y sin cebolla) y de segundo filete de pez espada con guarnición de patatas asadas al gratén. La conversación tomó varios rumbos, sobre todo centrados en las excéntricas intenciones de Garcis de añadir sus sospechosas hierbas a la sopa.
- Ya vereis, ¡esto va a estar delicioso!
- Conociéndote, seguro que se trata de una de tus extrañezas gastronómicas basadas en sabores picantes e insoportables...- sentenció Lewis con sorna.
- Cállese, cállese. Su paladar no está preparado para estas delicias exóticas. Es usted un aburrido culinario.
Noelesía contemplaba divertida el cambio de tonalidad de la sopa de Garcis tras añadirle las hierbas, y Kant parecía intrigado por probar aquel descubrimiento para apuntarlo luego. Spinello, Lecumlora y Ruibobille charlaban al otro lado de la mesa, concentrados en varios proyectos que tenían en mente para el futuro.
- La verdad es que me estoy dejando un poco, ragazzo. ¡Necesito acción, Alexander! Alguna batida de caza o volver al hipódromo como en los viejos tiempos. Recuerda cuando íbamos tú, tu mayordomo y yo. El desgraciado siempre se dejaba sus ahorros en el mismo caballo. - Spinello soltaba carcajadas mirando a Rufus, el cual a pesar de su rectitud, no podía evitar cierto tic en la ceja izquierda.
- Vamos, vamos. No la tomes con el pobre. Es un gentleman brítanico de pura cepa. Sus modales conservadores no le dejan cambiar así como así. ¡Y mira lo limpio que lo tiene siempre todo! No como la casucha de ese detective privado con el que os juntais para jugar al poker...ese cubano creido y grosero...- vociferó Aidha de Bormujos con su habitual júbilo.
- En primer lugar, es Rosaline la que se encarga de la limpieza. Y...bueno, el señor Pereiro es un poco maniático, no lo niego, pero en su trabajo es de los mejores...- contestó Ruibobille
-¿Por qué no vino el impresentable? - preguntó Spinello con cierta molestia
- Siempre está ocupado probando ese extraño cachivache nuevo...radio creo q la llamaban. Se dedica a contar sus historietas detectivescas en clubs y esas parafernalias. Tengo entendido que se ha afiliado también a ese despropósito de los "ruiseñores de septiembre". - Ruibobille apenas probó la sopa y se centró en el segundo plato.
- No entiendo como puede existir un club con un nombre tan ridículo - dijo Lucynella cuando se percató de que De la Rouge no estaba atendiendo.
Kant se disculpó para ir al baño minutos después de probar la sopa de hierbas de Garcis, y no con muy buena cara.
- Se le ve peor que aquella vez que Spinello soltó todo el vino sobre tu puerta, Alexander. - rió Mclovin, muy dado a repetir los incidentes a la mínima.
- Al menos Mclovin...yo no me dedico a disparar a personas... - se defendió Spinello acompañado de la risa general de la sala.
- ¡Eh, eh! Aquello fue un accidente de caza. Ya os dije que el arma estaba defectuosa, no es que quisiera dispararle en el culo a mi suegro...- Martha volvió a darle un puntapie, bastante más fuerte que el anterior.
Cuando la cena terminó, todos los presentes se dirigieron al salón para dar comienzo a las actividades de ocio. Normalmente jugaban a la ruleta personal de Ruibobille, al poker o a las cartas. El anfitrión se dejaba ganar en muchas ocasiones para dar buena impresión. Pero en aquella vez, se disculpó un momento y abandonó la sala. Janson descubrió que Daniels y Kant no estaban alli, y fue a buscarlos.
A Kant lo descubrió en el pasillo que daba a la cocina y parecía buscar algo. Janson se quedó espiándole un buen rato. Daniels apareció por el fondo del pasillo y se reunió con Kant. Rozalem se sobresaltó un poco y comenzó a hablar con el doctor, quien le había recetado unas pastillas para unos problemas intestinales. Janson se unió a ellos como si tal cosa.
- ¿Usted que opina, Lewis? ¿Debería comprarme una finca de Alburquerque o un estudio en Londres?
A Janson no solían interesarles los conflictos financieros de Kant, pero le gustaba intervenir en sus confusiones para aumentar la duda.
- Creo que deberia vender sus terrenos de Mongolia, señor Kant. Me da a mi que ahora mismo no son muy rentables...
- ¡Pardiez, Lewis! ¡Tiene razón! El doctor me ha hablado de su intención de irse del país. Quizá le interese vender sus propiedades aqui, ¿no, doctor?
- Aún no estoy seguro, Anthony...Me gustaría hablar del tema con Ruibobille antes de decidir nada. - el comentario pareció ofender a Janson
- ¿Y por qué a Ruibobille? Pensaba que iba a marcharse de todos modos. Sea sincero doctor, esos problemas personales tienen que ver con Rosaline Tower, la sirviente de Ruibobille, ¿verdad?
- ¿De que estás hablando? Hablo con ella a veces por ser amable, nada más. Deja de cotillear, Lewis.
Daniels se retiró con un ademán, bastante nervioso. Kant apuntó algo en su libreta y se puso bastante más serio.
- Todo marcha según lo previsto, Janson...Si no nos equivocamos, vamos a ser partícipes de la jugada del siglo...
- Este es mi año, Kant...No lo olvides...
Daniels, distraido y disperso, se disponía a entrar en el salón, pero se detuvo en la puerta. Se encontró a Rufus y le preguntó por Ruibobille.
- Es curioso pero hace rato que subió a su estudio. Aparte de usted, el señor Kant, el señor Lewis Janson, madame Lecumlora y las sirvientas, el resto sigue en el salón.
- ¿Nadie más ha salido, Piñavera? - preguntó Daniels, que seguia distraido.
- Hmm, al menos por esta puerta no, señor. Solo he vigilado la entrada oeste del salón, si alguien ha salido por la este, lo desconozco.
Daniels le agradeció la información a Rufus y subió las escaleras hasta el estudio de Ruibobille. Vio de lejos a Rosaline doblar la esquina del pasillo de la segunda planta. Llamó a la puerta del estudio pero no obtuvo respuesta. Insistió una vez más, impaciente. A la tercera, intentó abrir la puerta, y cedió sin problemas.
Daniels encontró a Ruibobille derrumbado sobre su escritorio, con la mano derecha cerrada en una copa vacia. "Borracho a más no poder" pensó. Se acercó sigilosamente al escritorio y revisó los papeles de Ruibobille, buscando algo. Pero se vio asaltado de pronto por la llegada de Janson, quien le buscaba para disculparse por sus modales.
- ¿Que haces aqui? ¿Y Ruibobille?
Janson se acercó a Ruibobille y la sonrisa que lucia se le desencajó de pronto.
- Daniels...Alexander no está dormido...Está sangrando...
Daniels avanzó rapidamente al lado de Ruibobille y le tomó el pulso. Su cara se descompuso, pero intentó guardar la compostura...
- En efecto...Ruibobille está muerto...
Grandioso, monumental, sin calificativos.
ResponderEliminarLo he leido todo 3 o 4 veces xDDDDD
Eres un grande.
Al fin apareció el señor Pereiro.
A ver cómo te las arreglas para cerrar la caja de pandora que estás abriendo jajajajja.
es el dilema de todo escritor/guionista... ajjajaj
ResponderEliminaranda que la estás liando parda, todo el mundo habla de tu cluedo personal...XD me ha encantado todo, los "guiño - guiño" son grandiosos. Espero la próxima pronto!=)
ResponderEliminarEsa tercera parte!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!
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