domingo, 13 de junio de 2010

La rosa y el velo

Relato que escribí hace un tiempo, en una de esas noches de insomnio inspiradoras...Una actividad que debería retomar, de una u otra forma...

"Dicen que una vez existió una rosa enorme y bella en mitad de un árido y frio desierto. Estaba muy orgullosa de su belleza y se exhibia cada vez que aparecía algún insecto, diente de león o pájaro. Tanta belleza podía dejar perplejo a cualquiera que no se esperara más que desolación y soledad en un paraje como ese. Es el caso de un pequeño velo, sucio y viejo, que llevaba largos años vagando de un lado a otro, empujado por el viento. El solitario y triste velo no salió de su asombro al vislumbrar aquella luz roja en mitad de la llanura oscura. Cayó presa de inmediato y no pudo evitar realizar una alabanza al pasar junto a ella.

En cambio, la rosa no mostró más que indiferencia al ver a ese sucio trapo transparente pasar, como tantos desperdicios que el viento del sur arrastraba de vez en cuando. Aún así le hizo gracia la alevosía de sus comentarios al admirar su belleza. Y entonces se le ocurrió una idea. De vez en cuando, algún gorrión prendado de sus encantos iba a traerle agua de un oasis cercano, por ello seguía espléndida entre tanta sequía. Pero en su comodidad llena de cuidados de admiradores encontraba un molesto problema. Se acercaban las noches más gélidas del año y no disponía de ningún medio de resguardarse.

Solo necesitó tres palabras para convencer al velo de que, durante aquellos días frios, viniera cada noche para cubrirla y darle algo de protección. Para el velo aquello parecía comparable tan solo con un milagro, un regalo del destino para un desgraciado trozo de tela como él.

Y así fue. Todas las noches, y desde entonces, el velo luchaba en contra de la dirección del viento para posarse suavemente sobre la rosa y protegerla de la cruel y gélida noche. Por todo agradecimiento, al velo solo le bastaba con pasar ese tiempo en silencio mientras la rosa dormía.

Pero al viento, orgulloso y conservador, no le agradaba aquella lucha de aquel trozo de tela en contra de sus designios, y se aseguró de hacerle dificil su misión de proteger a la rosa, soplando fuertemente durante las noches más frias. El bello y ficticio romance que el velo creía vivir lo obligaba a resistir y demostrar su poca valía a su bella enamorada, enfrentándose al mismisimo viento cada noche. Contra todo pronóstico, el velo resistió y resistió, no importaba cuanto soplara el viento, no importaba...


Noche tras noche, el viento continuaba con sus intentos de expulsar al velo, sin conseguirlo. Al final, desistió, considerando que tenía mejores cosas que hacer que provocar a aquella inmundicia. Se conformaba con generar una pequeña brisa nocturna para impedir a la fiel coraza de la rosa conciliar el sueño.

Pero el triunfo del velo le causó graves consecuencias. Durante todas las noches que tuvo que enfrentarse al soplo del viento, se mecía y se rozaba con las afiladas y largas espinas violetas de la rosa. Al final del combate contra el invisible elemento, quedó muy perjudicado. Hecho harapos, herido y cansado, continuaba con su cometido con dificultad. La rosa llegó a pensar que iba a quedarse sin protección, pero observaba divertida y risueña a aquella medusa ennegrecida volver para cuidarla.

Pasaron los días, las semanas y los meses...Y una noche, las frías temperaturas desaparecieron. Por fin la rosa podría desprenderse de aquel harapo y volver a contemplar las estrellas. El velo, más cansado que de costumbre, llegó una vez más, como siempre puntual para cuidar de su querida rosa...Y ocurrió algo inesperado. Por primera vez desde que oyó aquellas tres palabras que condicionaron el resto de su vida, la rosa le habló con esa dulce y melodiosa voz susurrante y alegre. Pero sus palabras no fueron dulces, no fueron agradables, no le agradecieron su fidelidad durante todo aquel tiempo. Lo rechazó, lo expulsó, lo abandonó...

No lo entendía, todos sus esfuerzos, todo su sufrimiento, apenas sirvió de algo...Sí, si que sirvió, pensaba...La he protegido del poderoso viento y de su gélido toque...la he protegido mientras he podido, he protegido tan gran belleza...Entonces, ¿por qué? ¿Por qué aquello? No lo entendía...Y vagó de nuevo en la oscuridad, bañado por la plateada luna, escuchando las carcajadas que la brisa traía del viento, triunfador por su vuelta a la corriente...Exhausto, débil, se balanceaba sin fuerzas, perdiendo pequeños trozos al mínimo agitamiento del cielo. Toda la fuerza que le ayudó a acudir noche tras noche para ayudar a su amada se desvaneció...

La rosa, llena de alegría, volvía la vista a su amiga la luna, a la que no saludaba desde hacía tanto tiempo...La inmensa luna estaba sorprendida por la reaparición de su amiga, la cual parecía mas bella al verse reflejada gracias a su luz, inundando el sombrio desierto de un resplandor plateado y rojizo. La rosa retozaba y se contoneaba de pura felicidad, ahora que todos podían volver a admirarla en todo su esplendor.

Todo parecía volver a la normalidad, o al menos en un principio. La rosa llegó a percibir a un grupo de brillantes y majestuosas aves acercándose al oasis. Sintió curiosidad y hasta se enfadó por no haber podido verlos antes. El líder de los cuervos, cansado de su día de caza, seguía con hambre. Aquella jornada no había sido de provecho y además estaba harto de la misma comida de siempre en aquel aburrido desierto. Continuaba su tranquilo viaje guiado por el viento cuando percibió aquella luz rosada. Impresionado por aquella visión, no pudo evitar acercarse más, seguido de cerca por el resto de sus compañeros. Aquella inesperada aparición lo dejó desconcertado. Durante todas las noches que había estado transitando por esa ruta, lo único que había visto había sido un viejo trapo mecido por la brisa. Al contemplar más de cerca a la rosa, sus ojos se iluminaron. Jamas antes sintió aquello. Aquella necesidad...Tan agotado y furioso por verse obligado a comer lo mismo todos los días...necesitaba algo nuevo, algo prodigioso, algo único. Y allí estaba, por arte de magia justo enfrente suya.

Al principio la rosa se relamía al ver como su luz atraía a aquellos principes del cielo...Pronto se arrepintió. Mientras aquellos picos azabache destrozaban y devoraban su hermosura no podía pensar en nada. Hasta la luna guardó silencio. Y la rosa suplicaba, suplicaba por su belleza, para que el mundo no perdiera su hermosura y que todos pudieran observarla. Y cuando solo quedaron sus espinas violaceas y todo parecía perdido, pensó en el velo, en su lealtad, en su desinteresada ayuda. Lloraba y se lamentaba, llamándolo, pidiéndole ayuda...Pero no apareció. El velo se agitaba inerte a kilómetros de allí, guardando su último suspiro mientras se despedía en silencio de su amada, y sin ningún remordimiento, porque al final había conseguido darle un sentido a su existencia, el haber servido a la más hermosa obra de arte creada jamás...

Ambos exhalaron su último aliento al mismo tiempo...pensando el uno en el otro..."

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