Repartir la energía...Las limitaciones son claras, y el entorno inmediato nos obliga a aferrarnos a lo que tengamos delante.
Atesorar la energía...Utilizarla tan solo en los momentos que deseas, con las personas que deseas. Moldear tu realidad y controlarla, no depender del momento, del azar, del instinto y el egoismo, no depender de la inercia y de la falsedad.
Comprendo la fragilidad de nuestro funcionamiento, el genial destello de la sorpresa, de lo inesperado, del fragmento intenso aunque breve. Comprendo que es así como las cosas funcionan, no podemos exigir nada a nadie, no hay verdadera fidelidad, no existe el amigo eterno, no existe la relación fusionada, no existe la compenetración que lo resista todo.
Ni siquiera nuestras palabras, nuestros pensamientos y nuestros ideales se corresponden con los actos. He intentado buscar esa pureza de espíritu, la capacidad de controlar tus actos y no dejar que estos te dominen. He buscado seleccionar, entre todos los que conozco, a quienes realmente valen la pena, a quienes corresponden el aprecio, para enfocar en ellos mi energía.
He buscado la calidad por encima de la cantidad. He buscado el esfuerzo.
Intenté dominar la oscuridad ante pequeños detalles de inmadurez, pequeñas faltas acumuladas que demuestran miseria y decadencia. Me derrumbé al comprobar que la gente es falsa y multifacética, que las relaciones son azarosas y superfluas, me derrumbé cuando ví que mis inquietudes no le importaban a los demás tanto como a mí.
Acepté la oscuridad, la necesidad de calor y la inevitable realidad de que los ideales son invenciones sin forma.
¿Pero por qué entonces cuesta tanto seguir sabiendo que asi funciona todo?
Aceptas, aceptas, aceptas...Te adaptas. Y por mucho que me amoldo, a medida que me convierto más en humano y dejo de enmascararme con moral y ética, no estoy cómodo.
Te adaptas, pero sin ser uno más. Ríete de la ironía, al final estamos solos. Yo lo acepté, pero no sé en que me he convertido...
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